Sunday, March 09, 2008

MÁS ALLÁ DEL AMOR

Siempre me hacía el mismo chiste, para la ocasión se ponía serio, me decía, perdiste tu identidad, sos un ente que vaga en el espacio.
Traté de convencerlo, a cada rato le decía mírame, soy la misma de siempre, no seas obcecado.
¿Recuerdas cuántas veces nos entregamos al amor sin límites?.
Él, acostumbrado a los avatares de la vida sonreía maliciosamente.
Furiosa le contestaba, él me tapaba la boca con un beso, me hacía sentir electricidad en todo el cuerpo, consumábamos el amor, pero entre nosotros estaba reinando la duda , aparecía en cada encuentro.
Llegué al extremo de acudir, primero a un psicólogo, después de varias visitas el problema subsistía cada vez que te encontraba, te reías, me decías que todo era un simple chiste.
Me resistía a pensar que había perdido mi identidad, mis amigos desaparecían en el horizonte que divide la locura de la realidad.
Ansiaba demostrar al mundo que no había cambiado, dejé que manipularas mis sentimientos, fui tuya en la realidad, en forma frecuente te preguntaba : ¿Por qué me hacés sufrir?.
¿No importa el amor?.
¿Por qué prevalecen tus historias a las mías?.
Decidida llegué a la casa que compartíamos, estaba medicada ahora por el psiquiatra.
Ese día opté por no tomar los remedios, me sentía bien, sin agobios.
Tomé una valija en ella guardé mis cosas, a vos te dejé los recuerdos.
El viento golpeaba con fuerzas las ventanas, fui al escritorio, en el segundo cajón guardabas un arma, estaba cargada.
Preparé una cena para agasajarte, me reflejaba amorosa en tu mirada, pero eso no bastaba, quería ser yo nuevamente, bailamos descalzos al lado de los leños encendidos.
Dejé los platos en la cocina, encendí velas y sahumerios en el dormitorio, por última vez sería tuya, hicimos el amor, tus besos no producían el efecto deseado.
Sigilosamente saqué el revolver, descansaba debajo de la almohada, se detuvieron tus movimientos acompasados, la sangre brotaba de tu sien, manchaba mi pecho, te aparté de mi.
Llamé a las autoridades, mansamente acepté la detención.
No necesité abogados que me defendieran.
Lentamente, camino por los pasillos del juzgado, estoy tranquila.
Me siento observada.
Llega el momento de mi declaración, al tribunal le cuento mi historia.
Receso de veinte minutos.
Me pongo de pié para escuchar la sentencia.
Por unanimidad los jueces me absuelven, obré en legítima defensa.
Estoy llorando, recupero mi libertad, entierro para siempre tu recuerdo, soy libre, se hizo justicia.

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