Monday, March 31, 2008

VIAJE A CALCUTA

Marcia se prepara para viajar a la India.
Realizados los trámites en migraciones aborda el avión que la dejará en tierras lejanas, chequea su mochila, además de la máquina digital, lleva la filmadora ,la notebook guardará todas sus vivencias.En el aeropuerto hindú la espera Aarush, con él recorrerá diversos lugares.
Aún queda tiempo para visitar los hogares de niños carenciados, aprovechará ese día para viajar en tren.
Tiene dos opciones viajar en el tren rápido que utilizan los turistas, allí se pueden degustar exquisiteces o hacerlo en el tren común que usan millones de hindúes a diario, opta por éste.
Hoy es su día de suerte de la estación central sale una vieja máquina a vapor, su colorido, verde, rojo y negro llama su atención, los bronces que adornan la chimenea, están prolijamente lustrados, el humo gris se eleva hasta rozar el cielo límpido.
Recorren varias aldeas, el mar golpea con su danza las costas, todo tiene belleza, hasta las malezas que como gigantes ondean el camino.
No importa el polvo y el vapor que eleva la temperatura, los ventiladores de techo no alcanzan a proporcionar aire un poco más fresco.
En unas horas en compañía de su guía llegará a Bombay, él le ha reservado un hotel, la habitación es pequeña pero confortable.
Cambia sus ropas por un sencillo vestido con flores blancas, por el calor debe sujetar su cabellera, solo un rulo inquieto se escapa de la cinta azul, como sus ojos.
Camina por calles estrechas, en las tiendas venden todo aquello que el viajero puede imaginar.
Consulta el reloj, lleva dos horas caminando, imaginando historias.
En bicicleta llega al hotel, sorprendida mira una caja, en su interior el guía le ha enviado un sari de color rojo con bordes dorados, esta vestimenta permitirá dejar uno de sus hombros a la vista, en él tiene tatuado una paloma con una ramita de olivo, debe lucirlo en la cena de despedida, acompañado de una pequeña lágrima azul que deberá pegar en el entrecejo.
La velada transcurre animadamente, en la mesa las velas regalan su último haz de luz.
Mañana tomará el metro para dirigirse a Calcuta, está atestado de gente, no le importa, desde la ventanilla observa el caserío, niños descalzos le dan la bienvenida.
La Madre Teresa no está, pero las hermanas de su orden siguen su obra.
Cientos de niños le muestran la otra cara de la humanidad, están solos, esperan una caricia que calme tanto desamparo, los ojitos ávidos de cariño la envuelven.
No es necesario conocer el idioma para percibir aquello que necesitan, recorre las instalaciones del hospital, limpio, humilde, allí los desposeídos encuentran amor, ese que logrará por un instante paliar sus males.
Es hora de partir, guarda en su corazón las miradas, las sonrisas de esos niños desamparados.
Promete volver, en este sitio del mundo, aún hay mucho por hacer.

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