Tuesday, March 04, 2008

SIN ESTRENAR

El vestido de novia estaba sin estrenar, descansaba en una de las puertas del placar, protegido por una funda de tela tan blanca como la que había sido confeccionado.
En sus tardes de soledad cuidadosamente sacaba la funda, abría las ventanas del departamento para que los rayos de sol le dieran los matices que tiene el arcoíris, a cada una de las piedras que adornaban el corset.
La falda tenía pliegues plisados, para terminar en una larga cola.
Para la cabeza había elegido una delicada diadema, por una vez en la vida, se sentiría reina, metros de tul etéreo desplegados sobre la alfombra roja, salpican la tela pequeñas mariposas de la misma tela.
En la majestuosidad de la catedral todas las miradas que ahora no tenía, convergerían en ella.
Repetía la ceremonia todos los días, a veces lo hacía al atardecer, en el instante que el cielo se ornamentaba con colores rosados que llegan al púrpura.
Muchas veces se quedó soñando abrazada al vestido.
Pensaba entrar a la iglesia profusamente iluminada del brazo de su novio, ya que los padres se encontraban impedidos de acompañarla.
Si, podía sentir el aroma de las flores que estaban en el altar, percibía a los asistentes, ataviados con sus mejores trajes, las mujeres de largo dejaban que el perfume acompañara los arreglos florales.
Sentía el calor de sus manos a medida que el sacerdote hablaba, Mariel traía en una bandeja las alianzas que simbolizaban el amor eterno.
Escuchaba las palabras del cura que los uniría para siempre, en la iglesia resonaban los "Si quiero".
Dos cintas de oro los unirían para siempre, en ese instante de sus ojos cerrados brotaban lágrimas heladas, lograban despertarla, la traían a la realidad.
Otra vez el vestido sería cubierto por la funda blanca, sus oraciones no alcanzaban para desterrar la soledad que la embargaba.
Algún día, cuando cambie la soberbia por un vestigio de humanidad, ella, podrá estrenar el vestido de novia.

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