Friday, April 25, 2008

HISTORIA DE INMIGRANTES

Hace muchos años Basilio necesitó buscar nuevos rumbos lejos de su patria azotada por la guerra.
El viaje en barco sería largo en una maleta juntó lo poco que tenía, en un rincón de ella viajarían los sueños.
En el puerto Elina lo despidió entre abrazos y lágrimas, Él trataba de darle consuelo, en unos meses volverían a reunirse en una tierra promisoria.
El viaje en barco sería largo, Basilio con un diccionario aprendía el nuevo idioma.
La nave estaba repleta de personas, todos buscaban su derrotero.
Pasados varios días en los que el mar a veces mostraba su furia salpicando la cubierta con la espuma y sal de las olas, otras el océano era un espejo de aguas mansas, el capitán informó al pasaje que al día siguiente arribarían a destino.
El idioma era desconocido, aún cuando el hubiera aprendido algunas palabras que sonaban extrañas.
Encontró a un compatriota en Buenos Aires, igual que él, buscaba un lugar tranquilo.
Era temprano, pudo vender algunas alhajas que llevaba, ello le permitiría comprar algo de tierra lejos de la Ciudad.
Se estableció en el litoral con sus manos levantó la casa en la que viviría con su mujer.
El sitio era grande, en el frente de los terrenos Elina podría dedicarse a su pasión por las plantas, con el tiempo adquiriría cabezas de ganado.
A los pocos meses la mujer emprendió la misma travesía.
Supo que en esa casa nacerían los hijos del matrimonio, vivirían de los cultivos y la venta de animales.
Cuando nació Manuel, el primogénito, Basilio le regaló a su esposa un rosario de cuentas blancas, que colocaron en el respaldar de la cama.
La tierra era generosa, pudieron anexar nuevas hectáreas, por el fondo del predio corría el brazo de un río, allí podrían pastar y beber los animales, también serviría para el riego de la quinta que se agrandaba día a día.Basilio cambió el caballo en el que recorría el campo por una vieja camioneta.
Asistió en la casa el nacimiento de sus otros hijos, no le podían pedir nada más a la vida, con trabajo y esfuerzo habían consolidado una posición económica estable.
Manuel se hizo cargo del campo cuando su padre enfermó, en el instante de la partida sus hijos consideraron que Basilio debía descansar en la tierra que tanto había amado.La sombra de un sauce que con sus ramas acariciaba el cauce de agua, fué el lugar elegido.
Con los años el clima cambió, las lluvias eran escasas, la vertiente de agua había desaparecido, se vio obligado a mandar las cabezas de ganado a otro sitio.
Día a día la tierra se resquebrajaba, formando grietas profundas, hasta podía adivinar sus entrañas.
Manuel se resistía a partir, se quedaría en el campo al que habían dado su vida, las manos de Manuel estaban igual que el suelo, agrietadas, ásperas.
La situación se tornó intolerable, antes de abandonar el sitio tomo el rosario de su madre, rezó a los pies del sauce donde estaba su padre, lloró hasta que el sueño lo venció.
Dormido percibía una flor blanca que nacía en la aridez del suelo agrietado.
En el sueño podía observar los frutos rojos que cubrían el campo, nadie pudo advertirle que el fuego había tomado sus campos, no pudo irse.
Hoy las cenizas de Manuel descansan junto a las de su padre.
Quizás algún día las ramas de otro sauce puedan acariciarlos, tal vez el río vuelva a tener agua.
Algún día no lejano comenzará otra historia.

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