Wednesday, June 04, 2008

OTROS TIEMPOS*

Como todos los días Don Fulgencio vistió el traje negro, una impecable camisa blanca, el papillón oficiaba de corbata.
Con un cepillo sacó las pelusas adheridas a su sombrero, así completaría su vestimenta.
Caminaba por cualquier calle de Buenos Aires, siempre dispuesto a ayudar al prójimo, admiraba a las mujeres que en la década del treinta bajaban de autos lustrosos, ataviadas con vestidos largos, complementados con capelinas.
Otras más sencillas vestían polleras largas confeccionadas con dibujos escoceses, en las blusas los volados ocultaban sus redondeces, en los hombros un saquito tejido, las protegería de la brisa vespertina.
Tenía cita en una plaza con un personaje que no conocía, solo sabía que su nombre era Avivato.
Consultó el reloj de bolsillo, faltaba para el encuentro.
Decidió acompañar en sus juegos a unas niñas que saltaban una cuerda, Fulgencio había tenido una infancia rica, se conformaba con poco, su espíritu bonachón rescataba los valores de los más pequeños, compró barquillos de galletitas para convidarlas, abstraído en sus pensamientos no advirtió que se acercaba el hombre con el que había concertado una cita.
Café de por medio escucharía la propuesta del recién llegado, supo que Avivato no tenía una dirección fija, no llamó su atención que un hombre tan atildado le comentara que el trabajo lo obligaba a mudarse constantemente, por ello elegía diferentes pensiones para pernoctar.
Le ofreció a Don Fulgencio ser socio en la venta de propiedades, al principio debería colocar el dinero en un porcentaje alto, las supuestas ganancias las vería con el paso del tiempo.
Nada podía sospechar de un hombre de apariencia honorable, quedaron en encontrarse a la semana siguiente, Fulgencio debería llevar la suma acordada.
Como siempre nuestro personaje se detuvo a jugar con unos chicos.
Habían marcado la arena de la plaza con una soga, quien pateara más lejos cualquier objeto sería el ganador de un helado.
Llegó al lugar previamente acordado, el dueño del café le ofreció para beber un submarino.
Mientras esperaba, la vieja radio con forma de iglesia transmitía las noticias de las cinco de la tarde, no daba crédito a las palabras del locutor.
La policía había detenido por estafas reiteradas a quien sería su socio.
Pagó la consumición , retirándose del lugar.
Cruzó hasta la plaza, los chicos con los que había jugado ya no estaban, gracias a ellos que lo habían demorado, evitó ser una víctima más de Avivato.
Don Fulgencio tuvo infancia, en esa etapa aprendió valores, a no desconfiar de la gente, a creer en el ser humano, a todos les daría una oportunidad de enmendar sus conductas alejadas de la realidad y el bien.
Vivió feliz con lo que había ganado honradamente, supo compartir con grandes y chicos.
Su lema fue alejarse de la mezquindad y las miserias humanas.


*"A los hombres que no tuvieron infancia;
a quienes, habiéndola tenido, la conservan como un tesoro;
a quienes la perdieron y la añoran;
a quienes la han olvidado, para que la recuerden;
a quienes aman y admiran a los niños;
a quienes no los aman, con un reproche;
a los niños que quieren ser grandes, con el deseo de que no lleguen a serlo del todo;
a los millones y millones que quisieran volver a ser niños"

Lino Palacio

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