Thursday, March 29, 2007

PASEO ACCIDENTADO

Luego de un placentero viaje en avión llegamos a la selva africana.
Nuestro hotel estaba frente a ella, cada cabaña estaba protegida por telas metálicas para impedir la entrada de insectos que en esa zona abundan.
La habitación de la cabaña era espaciosa, una cama con dosel parecía la de una princesa. Desarmamos nuestros bolsos y nos dispusimos a almorzar, por la tarde tendríamos nuestra primera excursión.
Elegí para la ocasión un pantalón color caqui y una remera al tono, Sergio optó por una camisa floreada y bermudas, zapatillas cómodas para caminar y directo a la aventura.
No es posible explicar la altura de los árboles con sus copas acarician el cielo, no pude contar la variedad de verdes de los mismos, de los más bajos colgaban flores exóticas sus infinidad de colores parecían las pinceladas de un pintor que había jugado entre sus hojas provocando un estallido de colores.
Luego de una hora de caminata sobre un colchón de hojas cobrizas y mientras descansábamos para hidratarnos, sentimos cánticos en un idioma extraño, no por ello la melodía perdía su belleza.
El guía nos pidió que tuviéramos cuidado ya que a diez minutos de allí se encontraba una antigua tribu de caníbales, en un blanco de la espesura de la selva se levantaban sus pequeñas casas de adobe, los techos de paja me instaron a sacar una foto a esos hombre pequeños ataviados con una toga blanca, la luz del flash los alertó y vinieron en nuestra búsqueda todos pudieron esconderse, ellos me tomaron prisionera, mis compañeros de aventura no estaban visibles por imprudente me había perdido.
En el centro de esa especie de plazoleta una olla de gran tamaño estaba dispuesta para sacrificarme cuando en el cielo teñido de violeta apareciera la primera estrella. Sergio no podía comprender lo que sucedía de su mochila sacó un rosario, comenzó a rezar con fé, cuando la luna iluminaba un rayo de plata llamó a los silbidos del viento, de mi espalda crecieron alas, con ellas pude volar hacía donde Sergio me esperaba con sus ojos inundados de lágrimas, un cálido abrazo y la inmensidad de su amor hizo desaparecer las alas, corrimos hasta perder el aliento, me había salvado de morir en manos de la tribu caníbal.
Decidimos suspender el viaje, un pájaro de acero nos regresó a casa.
Hoy tomados de la mano celebramos estar juntos como siempre en nuestra amada playa.

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