Thursday, March 01, 2007

SEMIRAMIS

En los jardines flotantes de Babilonia, se posa una paloma, revolotea por el lugar buscando el nido vacío.
Aprendió a volar sola, su madre la abandonó antes que el cuerpo tuviera plumaje.
Al verla tan desolada un hombre se apiadó de ella llevando a la pequeña avecilla a su casa, con varas de oro construyó una jaula, colgándola cerca de la ventana.
A medida que pasaban los días la paloma buscaba el bien perdido de la libertad, en un descuido del dueño escapó.
El destino la convirtió en reina de un antiguo pueblo, amaba la naturaleza , era una mujer bella y poderosa.
Al poco tiempo conoció en el palacio a quien sería su esposo.
Shamshi era un hombre apuesto, ella sabía que era un guerrero, la admiraba en silencio, aprovechando su belleza lo invitó a una fiesta palaciega, juntos serían invencibles.
El día elegido ella vestía ropas de terciopelo que ceñían su cintura, el escote estaba adornado por un collar de esmeraldas idénticos a sus ojos, los largos cabellos dorados estaban ceñidos en la nuca.
Una sucesión de finos diamantes le daba forma a la corona.
Tomados de la mano recorrieron los amplios jardines del palacio, los canteros poblados de flores multicolores regalaban su perfume.
Las estrellas serían testigos del amor de la reina.
Vivieron un amor intenso, coronado con el nacimiento de Adad-Nirani, un niño de ojitos azules cual trozos de cielo, sus bucles dorados recordaban la cabellera de su madre, a medida que el niño crecía iba mostrando su carácter severo, era ambicioso, nada lo detenía, sabía como lograr sus objetivos.
Una tarde su madre paseaba por los inmensos jardines cercanos al palacio, allí una doncella le entregó una carta, para leerla buscó la sombra de los jazmines.
A medida que avanzaba en la lectura, su corazón parecía querer detenerse, lágrimas rodaban por su rostro, la congoja la acechaba, su hijo la había traicionado.
Cuidadosamente guardó la carta en su pecho, presurosa se dirigió a las habitaciones del palacio, sus manos nerviosas hurgaban los cajones.
En un estuche de madera descansaba una daga, la tomó en sus manos, el filo se hundió en su corazón llamando al olvido.
Hoy esa solitaria paloma sigue su vuelo entre las flores, se eleva al cielo, tal vez encuentre el nido perdido.

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