Thursday, May 10, 2007

BERNARDETTE

Era la mayor de sus hermanos, con ellos jugaba en los molinos de trigo, su aspecto débil, la hacía más hermosa, de facciones delicadas parecía una muñeca con cara de porcelana, los cabellos renegridos contrastaban con la palidez de su rostro.
La delgadez la escondía con los vestidos de aldeana.
De golpe la vida de sus padres dio un vuelco, ya no podrían agasajar a los caminantes, el trabajo había menguado y debieron dejar el molino para vivir en un sitio aislado.
No obstante el carácter de la niña nunca cambió, pese a tener que cambiar en forma obligada los campos dorados de trigo para mudarse a un pequeño espacio donde predominaba el gris de las paredes.
Al contrario de lo que pueda pensarse este episodio fortaleció a la casi adolescente, cuando sus padres iban a realizar diferentes trabajos, ella era la encargada de cuidarlos, la pobreza hacía que esta criatura disfrutara cada día de su vida.
Su nodriza de antaño le regaló un rosario de cuentas rosadas, idéntico a los pétalos de las rosas que crecían cerca de una gruta de piedra.
El lugar siempre tenía el aroma de los pimpollos recién cortados.
En ese sitio como todos los chicos consiguió nuevas amigas, aunque eran menores, compartía los juegos, ella se conformaba con poco o casi nada.Alegremente caminaba por el bosque de pinos que conducían a la gruta, el sol era una estrella dorada que iluminaba su sendero.
En pocos meses sus amigas tomarían la comunión, ella no podría hacerlo dado que a los catorce años, por designios del destino, no sabía leer ni escribir, igual acompañaba a sus amigas a las clases de catecismo.
Añoraba ser como ellas, poder leer esos libritos que el sacerdote entregaba, sin embargo su ignorancia no era barrera para dejar de cumplir sus objetivos.
El cura de la pequeña capilla comprendió los deseos de la niña, ella tomaba para sí, todos los conocimientos, poco importaba que no comprendiera esos signos que estaban volcados en las páginas del catecismo, una fuerza misteriosa los gravaba en su alma tierna esa fé que es capaz de mover montañas.
El invierno azotaba con fuerza, debía buscar leñas en el bosque para abrigar la casa de quien la había amamantado de pequeñita.
Ató en el mentón las cintas de su sombrero, fue en búsqueda de sus amigas, de su cuello pendía el rosario que le habían regalado, terminada la tarea, se acercaron a la gruta de piedra, pese al frío Bernardette, sintió calor, una luz poderosa daba calor al delgado cuerpo, sus compañeras no vieron a esa mujer hermosa vestida con un blanco manto que la recibía en sus brazos celestiales.
Las otras niñas no percibieron nada solo el alma pura, despojada de sentimientos adversos pudo advertir semejante presencia.
Pasó el tiempo nuestra protagonista ya no iba sola a observar las apariciones de esa mujer tan bella.
La acompañaban en sus creencias todas las personas de buenos sentimientos.
Hoy en todas las iglesias que veneran a la virgen de Lourdes, ven en la puerta de la gruta la imágen de la niña esperando la salida de la madre del cielo.

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