Saturday, May 26, 2007

OPUESTOS

Se necesitaba todo el caudal del agua costera de Buenos Aires, para apagar el torbellino de sensaciones que impedían una y otra vez que el ansiado encuentro se concretara.
Cuando reinaba la paz entre ellos se amaban, el agua corría mansa por su cauce, apenas una tenue brisa acompañaba los movimientos sensuales que hacían ese amor tan intenso.
Las más bellas palabras brotaban para llenar los espacios vacíos de dos vidas opuestas.
Querían estar juntos, superar las barreras que se levantaban como fantasmas para opacar los sentimientos.
Una y otra vez se buscaban.
A veces las palabras eran dardos que horadaban los corazones de estos dos seres distantes.
El se convertía en un témpano que navegaba lentamente en el agua, ella tomaba un rayo de sol para mutar en fuego y disolverlo.
Ansiaba escucharlo cariñoso, sediento de amor para envolverse con las caricias que se perdían en el espacio etéreo.
Insistía, no pretendía cambiarlo, si deseaba humanizarlo para unir sus casi soledades para siempre.
Ambos temían un encuentro que sabían apasionado, luchaban contra los sentimientos más puros.
Se deseaban aún en los silencios, sin embargo se destruían con palabras desacertadas que terminaban muriendo en un espacio donde no reina el tiempo.
Tal vez allí donde el río cambia de color para regalar su caudal al mar, en ese punto del horizonte donde todo se tiñe con el color del cielo, estos opuestos puedan sellar con un beso un amor eterno.

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