Saturday, May 12, 2007

REFUGIADOS

Mohamed está sentado en la playa, llegó a la Isla de Tenerife, huyendo de la pobreza y el hambre, hoy tiene una vida apacible, en poco tiempo aprendió a hablar como los isleños que lo recibieron con cariño.
Le gusta caminar por las playas de arenas blancas o simplemente ver como las olas rompen sobre las rocas formando una deliciosa llovizna que acaricia los acantilados.
Otras veces solo busca la sombra de una palmera para dejar volar sus pensamientos.
Mira el horizonte que se lleva a los amigos o hace regresar los sueños.
Hoy es su día franco en el restaurant que trabaja, decide levantarse temprano, quiere mirar más allá del océano, justo en la otra orilla de las mismas aguas está la casa donde había nacido, Senegal, tan cerca y tan lejana en el tiempo.
Sigue su caminata, observa una muchedumbre en el puerto, la policía trata de poner órden, la gente de la Cruz Roja ayuda a bajar de unas barcazas a los recién llegados.
Es increíble que en esas embarcaciones tan precarias haya viajado tanta gente, algunos caminan por sus propios medios, sus flacas figuras están cubiertas con mantas secas, otros necesitan ayuda de los médicos y enfermeras.
La suerte se negó en algunos casos, cuerpos inertes son bajados en camillas.
Esos hombres de piel morena tienen la cuenca de sus ojos vacía, han viajado por días para librarse de una muerte segura, el hambre azota sus lugares de residencia, inician ellos la travesía con la intención de traer posteriormente a sus familias.
Lucía una de las enfermeras coloca vías con suero para regresar a la vida a esos hombres de mirada triste.
Los que aún están de pié comen con desesperación las galletas que los voluntarios les acercan, el viaje ha sido largo, disfrutan de la comida y de alguna caricia.
En las barcas, no alcanzaron los víveres menos el agua, tampoco preguntaron si había, la única ilusión que los movía era escapar de un destino más que incierto.
Lucía termina de apuntar los últimos datos en una planilla.
Los hombres morenos fueron alojados en carpas para brindarles asistencia y abrigo, solo Dios conoce el destino de cada uno.
Mohamed espera a la enfermera, ha sido un día agitado, con sus ojos observaron como la muerte se devoraba la vida.
La brisa nocturna trae el canto del agua, las estrellas como pequeños faros se cuelgan del cielo.
El rompe en llanto,los recuerdos acuden a su mente, Lucía lo acuna en sus brazos.
Mohamed le susurra al oído, así como los de ellos,fueron mis últimos días en Africa.

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