Thursday, November 08, 2007

HIJOS DE NADIE

Desde lejos no se ve, sus siluetas aparecen en la noche, cuando las ciudades duermen.
Su dormitorio es una vidriera, los escalones de algún comercio, los más arriesgados duermen acunados a cielo abierto.
La luz del día los encuentra en una plaza de cualquier ciudad del orbe, caminan con un bolso en el que guardan sus pocas pertenencias, la vida se encargó de quitarles el resto.
Muchos quieren insertarse en la sociedad, poco importan los motivos que los alejaron de sus casas.
Cuando el sol rendido ante la belleza de la luna decide irse a dormir para que ella ilumine la noche, un ejército formado por seres humanos de cualquier edad, comienzan a poblar las calles desiertas, despliegan cartones que serán sus camas, en invierno viejas frazadas tratarán de calentar la soledad de sus cuerpos, si llueve se cubren con plásticos para atenuar el efecto del agua.
Las estaciones son su refugio, en esos lugares a veces encuentran un lugar para descansar sobre las maderas de un banco.
Poco importa la nacionalidad, los vemos en todos lados cuando cae la tarde, ellos son hijos de nadie, han perdido todo, arriesgaría a decir que también sus identidades.
Hoy encontré a una anciana, de día reparte estampitas, con las monedas que la ayudan, mañana si tiene suerte venderá flacos ramitos de flores.
Hace unos años esa mujer tenía una familia, cuidaba su casa humilde, esperaba a sus hijos con la comida caliente, tenía aptitudes increíbles, con cualquier cosa armaba un plato para agasajar a los suyos.
Tuvo varios hijos que en ese entonces la amaban, cuando partió su compañero, mostraron todas sus miserias, pelearon por la casa, después le llegaría el turno a las pocas cosas que poblaban la vivienda.
Ninguno pensó en ella, el interés sobrepasaba cualquier sentimiento.
A punto de ser desalojada se preguntaba una y mil veces, cuál había sido su error, jamás encontró las respuestas.
Intentó buscar trabajo, aún conservaba todas sus fuerzas, cuando le preguntaban el domicilio, se terminaban sus sueños.
Espera la salida de las estrellas, en silencio buscará un refugio, sabe que todos tenemos deudas pendientes con los hijos de nadie.
Su cabellera está poblada de hebras de plata, la mirada es tierna, abriga la esperanza de escuchar unas pocas palabras, tal vez la voz de un niño le diga “Abuela te quiero, vine a buscarte”.

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