Tuesday, November 27, 2007

SUEÑOS TRUNCOS

La última vez que lo vi me cegó, las lenguas de fuego producían en mí demasiada atracción, quería saber qué había detrás de las llamaradas.
El viaje había sido tranquilo, sin mayores contingencias, debía hacer una estadística sobre la ausencia de bosques y áreas verdes.
La mano del hombre había talado sin pensar en las consecuencias que traería aparejado el cambio.
Millones de hectáreas eran devoradas día a día por las máquinas, poco importaba derribar árboles, cientos de aves buscarían otro refugio o morirían junto a sus crías en el intento.
Alguna vez ese espacio había sido habitado por todas las especies, hoy era tierra marrón mostrando su desnudez al cielo.
Humedecí un pañuelo para acercarme a mi objetivo, levantada la cosecha de maíz, las cañas eran quemadas, el humo siniestro trataba de ocultar el viejo tractor, el camino ondulante lo movía de un lado al otro, en uno de los saltos Juan cae, las lanzas de la máquina atravesaron su cuerpo, entregó su vida adolescente trabajando donde no debía, desconocía que la necesidad tiene cara de hereje.
Emilio quedó con un resto de vida, el tiempo que el destino haya elegido para él, lo pasará en una cama, el accidente lo dejó cuadripléjico, tal vez Dios se apiade de ese niño y lo lleve a su lado para que los ángeles puedan cuidarlo.
Tenía muchas ilusiones, trabajar, aún cuando ello estuviera prohibido, en uno de sus viajes al pueblo, en el almacén de ramos generales, vio unas zapatillas, iguales a las que usaban los chicos de su edad, las estrenaría cuando empezaran las clases, para ese entonces habrían levantado toda la cosecha y el tendría suficiente valor para plantarse delante de su padre y explicarle que necesitaba estudiar, tener el futuro de los chicos de su edad, vivir, enamorarse, formar una familia, alejado de quienes se aprovechan de los niños que carecen de todo.
Emilio salvó su vida, hoy está esperando que alguien se acuerde de él.
Conmovida por su historia le llevamos una silla especial para que puedan movilizarlo fuera de su casa, quiere tener contacto con la naturaleza, ver el aleteo de los pájaros, observar el paisaje.
La tarde cae, el cielo se tiñe de púrpura y rosado detrás de los cerros verdes de un pueblito de Salta, tomo su mano, quiero transmitirle fuerzas, nos hermanan las lágrimas, esas que brotan cuando aparece la injusticia, no queremos que más chicos trabajen, cuando deben estudiar y consagrar su infancia a los juegos.
La noche nos sorprende, ambos deseamos que el accidente que truncó sus movimientos para siempre, sirva de ejemplo y les recuerde a todos que los niños no deben trabajar, nadie tiene derecho de aprovecharse de ellos.
Las estrellas vigilan su sueño, cansado, sin ilusiones, también él, acudió placido al llamado de la muerte.

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