Tuesday, January 22, 2008

CARNAVALES DE AMOR

Aún es temprano, las integrantes de la comparsa doran sus cuerpos a la orilla del río.
Cuando el sol se recueste sobre las arboledas del balneario, tomarán sus bolsos para partir al corsódromo.
Queda tiempo para un baño reparador, en los camarines esperan los maquillajes que las harán lucir más hermosas.
Marina está lista, comienza a vestirse, calza su diminuto bikini y la pollerita confeccionada con pedrería, rojo pasión, verde esmeralda, vestirán a la bella muchacha.
Hoy no se alisará el cabello, dejará sus rulos sueltos, con ayuda le colocan el espaldar, al menor movimiento, suaves, se mueven como el aleteo de un pájaro multicolor, por último el casco, cientos de piedras unidas entre si, coronarán su cabeza, parece una reina.
Los tamboriles indican el comienzo de la ceremonia, por su belleza y juventud este año encabezará la comparsa.
La música incita a bailar, ella mostrará su belleza ante millares de personas, sonreirá a todos.
En el palco, uno de los asistentes no puede dejar de admirarla, las piernas largas torneadas por un escultor, el movimiento de caderas es sensual, las piedras de la pequeña falda apenas tapan su bikini, el torso bronceado, apenas salpicado con purpurina dorada.
Detrás los bailarines muestran sus acrobacias, precederán a la carroza que lleva a la reina del carnaval anterior.
Nada es capaz de distraer a ese hombre solitario, tiene la mirada fija en Marina, por un instante ella se siente turbada, la mirada de Él la desnuda.
Sigue bailando, faltan pocas cuadras para terminar el desfile, en ningún momento pierde la sonrisa, esbelta pareciera estar poseída, incansable sigue bailando.
Por fin llega a su camarín, cree estar sola, sobre una silla deja el espaldar de plumas y piedras.
Desnuda se sumerge en el agua, quiere quitar los restos del maquillaje y descansar.
Una bata blanca contrasta con su cuerpo bronceado de diosa, suena el celular, solo escucha dos palabras “estoy aquí”.
Lo abraza, como quisiera haberlo hecho cuando estaban distanciados, el abrazo es interminable.
Él la invita a pasear por la costanera, le pide un minuto para cambiarse, no le da tiempo, están caminando hacia ese lugar soñado.
La noche y sus misterios serán cómplices de este encuentro amoroso.
Atrás quedaron los reproches que impuso la distancia.
En la orilla del río, esos cuerpos ardientes mostrarán una sola silueta.
La luna sonríe contenta, otra vez resurgió el amor.

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