Sunday, January 27, 2008

EL SALÓN DE LOS ESPEJOS

Él sabía de un laberinto, estaba en una localidad serrana de cualquier punto del planeta, decidió conocerlo, ansiaba estar en la sala de los espejos que había en el lugar.
Para llegar al sitio debía recorrer varios kilómetros.
El día anterior preparó su camioneta, cambió una de las cubiertas que el tiempo se encargó de borrarle los dibujos.
No invitaría a nadie, quería vivir solo esa experiencia.
Se levantó al amanecer, el sol mostraba la mitad de su cara, el efecto de las nubes mostraba rosados en el cielo.
Cargó combustible, comenzó a recorrer el camino, atrás quedaba el casco urbano, las casas de blancas paredes y techos de tejas coloridas,se veían pequeñas.
La ruta estaba tranquila, había poco tráfico, llegaría antes de lo previsto.
Se internó en el camino que serpenteaba la montaña, de los ripios se desprendían pequeñas columnas de arena dorada, formando pequeñas nubes que buscaban espacio en el firmamento.
Encendió la radio para sentirse acompañado, apagó el aire acondicionado, bajó las ventanillas, quería estar en contacto con la naturaleza, escuchar música que le recordara a ella, tan cerca, tan lejana.
Ahora la ruta tenía una sola mano, la del ascenso, las curvas le recordaban a esa mujer hermosa que intentaba sin suerte dejar en el pasado.
No sabía a que altitud estaba, calculó que a unos tres mil metros sobre el nivel del mar, ese que había sido cómplice de todos sus encuentros.
Los cerros ya no tenían vegetación, las piedras tenían matices diversos,cual paleta de pintores que sueñan.
Un cartel indicaba que estaba a pocos kilómetros del lugar que visitaría.
Cambió la marcha, la ruta descendía por un valle, los manzanos obsequiaban el aroma de sus frutos.
Otra vez estaba en la zona urbana, aminoró la marcha, en unos minutos llegaría al laberinto de los espejos.
Pagó su entrada, estacionó la camioneta en un parque, debajo de un fresno, allí lo resguardaría del sol.
El sitio era visitado anualmente por miles de turistas, algunos provenían de tierras lejanas.
Los canteros de la entrada estaban poblados de flores, tomó una foto, pero su interés era ingresar a la sala de los espejos.
Escuchaba las risas de los visitantes, se acercó a un grupo,los espejos alargaban o ensanchaban las siluetas.
Dejó partir a un contingente bullicioso.
Observaba con curiosidad, cada espejo estaba separado por una varilla dorada.
Se acercó a ellos, quería ver su imágen deformada y reír como los otros.
Se paró delante de una lámina espejada, no le devolvía nada, optó por otra, así estuvo un buen rato.
Los espejos se negaban a devolverle su figura.
Impaciente se dirigió al cuidador, altanero, lo acosó con preguntas, aquel escuchaba pacientemente, cuando terminó su reclamo, el hombre con prudencia le dijo :"Señor estos espejos reflejan el alma y las sonrisas de los que aman la vida”.
Ofuscado regresó a su vehículo, no entendía como Él, un hombre que lo tenía todo no podía disfrutar como el resto.
En el camino de regreso, las lágrimas nublaban sus ojos.
Estaba solo, se prometió cambiar, disfrutar de las cosas cotidianas, la sonrisa de un niño, la mirada de su antigua enamorada.
Con cosas pequeñas el destino le daría la oportunidad de reflejarse en los espejos, para ello primero debería limpiar su alma.
La necedad no se ve en una vitrina, tampoco en un espejo.
Solo aquel que comparte deja volar la imaginación para no sentirse tan solo, en el instante que abra su corazón se verá reflejado en la casa de los espejos y también en las aguas mansas de un lago, en el cauce de un río que canta a las piedras para tallarlas.
Mientras persista su actitud negativa, solo será una sombra, sin pasado, presente o futuro.

No comments: