Friday, January 18, 2008

CONTRASEÑA

Para Marcia hoy sería uno de los días más importantes de su vida, esperaba culminar esa historia que había comenzado un par de años antes con la muerte del abuelo Juan.
Única nieta, había heredado una considerable extensión de terrenos, cuando los fué a ver no llamaron su atención.
Eran lotes altos que en suave pendiente caían hacia un brazo del río.
Estaba confundida, no sabía que hacer con ellos.
También había roto una relación sentimental que solo le provocaba sufrimientos.
Por la tarde tendría que ir a las oficinas del abogado que leería el testamento.
Se había convertido en heredera de todos los bienes de Juan, un hombre de inmensa fortuna.
Terminado el acto de lectura, el profesional le entregó un sobre lacrado,debería abrirlo cuando llegara a su casa.
Mientras manejaba sentía la presencia del abuelo, pero debía calmar su ansiedad para enterarse del contenido del sobre cuando llegara a su casa.
Encendió el aire, ese día nublado, Buenos Aires obsequiaba un calor sofocante.
Por fin abrió el sobre, encontró un manuscrito de su abuelo, le decía que contaría con el dinero suficiente para construir un condominio de forma tal que todas las viviendas tuvieran acceso al río, para llevar a cabo su cometido debía reunirse con el Arquitecto Suárez, hombre de confianza del anciano fallecido.
También tenía que proceder a la construcción de una casa para uso de ella en forma permanente.
Marcia hiso una mueca demostrando desagrado, no entendía por qué tenía que dejar su departamento de la ciudad, tenía todo cerca, el lugar era seguro.
No se imaginaba viviendo en una zona casi rural.
Suárez contrató un ejército de obreros para llevar a cabo la última voluntad del anciano.
En pocos días se cumpliría el segundo aniversario de la muerte de Juan, la obra estaba concluida.
El barrio era hermoso, las viviendas de estilo colonial, eran espaciosas, en el parque del fondo ubicaron las piscinas, todos los frentes miraban al río, el césped llegaba hasta los amarraderos de las embarcaciones, a los lados los canteros de flores eran un estallido de aromas y colores.
La sorpresa no terminaría allí, en una loma estaba construida la casa que habitaría Marcia, era un chalet inteligente.
Considerando que viviría sola, Suárez había tomado todas las medidas de seguridad necesarias para proteger a su cliente.
La construcción observada desde lejos no difería de las otras, la puerta principal se abriría con tarjeta magnética, el lote estaba rodeado por cristales de blindex transparente, los sensores de voz colocados en el frente permitirían el acceso a la vivienda solo a quienes conocieran la contraseña “Rojo pasión, verde esmeralda”.
Pronunció las cuatro palabras y los cristales comenzaron a correrse suavemente.
Esa noche inauguraría su casa, el invitado sería el arquitecto.
Eligió para agasajarlo el jardín de invierno, charlaron animadamente, ella curiosa preguntó por qué había optado por esa contraseña, Suárez un hombre apuesto sonrió al explicarle que rojo por la pasión que ella le había despertado, verde esmeralda en honor a los ojazos de esa mujer que por la edad podría haber sido su hija y que amaba profundamente.
Salieron a caminar por la orilla del río, la brisa nocturna fue testigo del comienzo de otra historia.

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