Thursday, January 24, 2008

CERCANO A LAS ESTRELLAS

Estaba a cargo del telescopio Hubble, su trabajo le permitía estar en contacto casi permanente con otras galaxias.
Como todos los días había desayunado en familia, cada día sentía más amor por su mujer, los años no habían extinguido la pasión, habían dado lugar a otros sentimientos como la ternura, el compañerismo que siempre alimentaban la llama del amor.
Apuró a sus hijos, de pasada los dejaría en el jardín de infantes, besó a su esposa.
Los niños jugaban en el asiento trasero del vehículo, a unas cuadras se levantaba el edificio de la escuela, pese al frío reinante algunos árboles conservaban su follaje, la nevada nocturna dejó su marca, parecían vestidos con pompones de algodón.
Ahora manejaba rumbo al observatorio, lo hacía con prudencia lentamente copos de nieve se depositaban en la luneta del auto.
Ese día sería diferente para Él.
Saludó a los empleados de vigilancia, en el primer piso estaba la oficina que le habían destinado, los vidrios que la rodeaban dejan entrar los rayos de sol.
Encendió la computadora, leyó los correos.
Era hora de comenzar a observar el espacio.
Había bautizado a cada constelación con el nombre de sus seres más amados.
En un punto indefinido del universo, una masa gaseosa de suaves colores se presenta magnificente ante su vista.
Posicionó el telescopio para no perderla, realizó unas anotaciones en un cuaderno.
Con su silla giratoria se acercó al lugar de observación.
Cientos de estrellas titilaban en el universo, en el centro de la escena se encontraba aquello que posteriormente los astrónomos designarían como “El ojo de Dios”.
Viajó con el pensamiento, atravesó miles de años luz, como única compañía tenía a los planetas pendiendo del cielo, su objetivo era llegar a esa galaxia lejana.
Sentía su cuerpo relajado, Él ahora era parte del espacio celestial.
Sentado en una estrella podría observar mejor, no había vestigios de vida.
El ojo de Dios era imponente, todos los colores estaban representados en él.
En ese mundo especial, no encontraría las ocurrencias cotidianas de la tierra, nadie sería abanderado de la sangre de inocentes que dejaban las guerras, en soledad ,todo era paz.
Ansiaba seguir viviendo ese sueño, el sonido del teléfono lo sacó de ese espacio irreal.
La voz encantadora de su mujer dulcemente le pedía que regresara temprano.
Esa noche contaría a los suyos que los mundos paralelos existen cuando el ser humano se permite soñar.

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