Tuesday, January 29, 2008

PEQUEÑA VENGADORA

En apariencia era un hombre como todos, vivía en un departamento en las afueras de Londres, no tenía un trabajo fijo, pero siempre encontraba alguna tarea para sobrevivir y mantener su misteriosa vida.
Amable con los vecinos, siempre estaba dispuesto a abrir las puertas del ascensor cuando veía a una vecina llegar al edificio cargada de paquetes.
Curiosamente los niños eran sus amigos, quizás le recordaran la única época en la que sintió verdadero cariño, nunca supo de la existencia del padre, la mamá cumplía todas las funciones, padre, hermanos , y toda la familia que él nunca conocería.Tal vez ello haya marcado su destino.
La madre decidió partir cuando el era adolescente, a partir de allí, la vida de este hombre cambió.
Vendió la casa materna y se mudó al edificio que ocupó durante años, de día trabajaba de lo que fuera, por las noches su personalidad mutaba hasta convertirlo en un ser despiadado.
La vida se había encargado de trazar su destino, él no hacía nada por modificarlo.Durante meses salía por las noches, la neblina era su compañera.
Buscaba callejones solitarios, en las madrugadas, cuando todo estaba desierto, esperaba a sus presas.
Casi siempre eran mujeres que trabajan en la noche, mostrando la esbeltez de sus cuerpos.
Las seguía a prudente distancia, del interior del sobretodo sacaba una filosa daga.
Ver sangre lo sacaba de la realidad, con paciencia mutilaba sus cuerpos, en una bolsa de polietileno acomodaba los corazones de sus víctimas, para dejarlo en la puerta de alguna delegación policial.
En las primeras portadas de los diarios aparecían los crímenes, cientos de policías lo buscaban sin resultado.
Los periódicos sensacionalistas lo llamaban “El asesino noctámbulo”.
Intentando esclarecer los hechos convocaron a fuerzas de seguridad e inteligencia de otros países.
Vanos habían sido los esfuerzos por encontrarlo.
El último ataque fue perpetrado contra una mujer de mediana edad, ella conservaba su belleza intacta.
Esa noche cometería un error, provocado por el ulular de las sirenas que recorrían las calles de la ciudad, terminado el ataque, desapareció.
Al llegar a su casa quemó los guantes de látex, en ese instante notó que le faltaba la filosa daga.
Al día siguiente se cumpliría otro aniversario de la muerte de su madre, como todos los años, compró las flores que a ella le gustaban, el florista le armó un ramo de crisantemos blancos, como atención le regaló una perfumada rosa rojo sangre.
Caminó entre los pinos del cementerio, para dejar las flores en la tumba de su madre, buscó agua fresca, en la pileta se encontró con una pequeña de no más de diez años, ella también cargaba los floreros de bronce.
Sonrió a la pequeña.
La niña estaba a pocos pasos de él, rezaba a la memoria de su mamá.
Él hacía lo mismo, intercambiaba sonrisas con la niña.
La pequeña valiente, en un momento de distracción clavó un puñal atravesando la espalda del hombre.
Los diarios de la mañana tenían como título principal la muerte del posible asesino noctámbulo, lo habían encontrado abrazado a la lápida de su madre.
De la niña nunca más se supo, gracias a la pequeña vengadora, ahora las mujeres caminaban tranquilamente por la calle.
Otras vendían su cuerpo y las ilusiones.

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