Friday, January 11, 2008

HECHIZOS DE AMOR

A pesar de su temple, la hechicera no pudo cumplir con el trabajo que le habían encomendado.
Mariel había recorrido un camino bordeado de bosques, para algunos infranqueables, para encontrar a la famosa mujer.
En el poblado de casitas bajas todos hablaban de ella.
Era una mujer misteriosa, poseía una belleza indescriptible, su cabellera negra como el azabache caía como un manto para acariciar su espalda, por toda vestimenta llevaba una túnica que alguna vez había sido blanca,
En sus cabellos prendía flores silvestres, así despejaba su cara, mezcla de ángel y demonio.
Sus ojos verdes, asemejaban las esmeraldas, esas que buscaban quienes estaban sedientos de poder, sin imaginar que tal vez encontraran la muerte buscando concretar una utopía.
Descalza se deslizaba como una gacela, le gustaba sentir las hojas secas que se partían a su paso.
Habitaba una choza, el techo de hojas de bambú, caía como alas intentando acariciar el suelo.
Una vertiente de agua cristalina rumoreaba en el fondo de la vivienda.
El crepúsculo invitaba a descansar en el agua tranquila.
El trino de los pájaros susurraba melodías.
El lugar era imponente.
Dentro de la choza, unos cuantos frascos de contenido incierto, cuencos dibujados esperaban esparcidos en el suelo.
En el centro un caldero de metal, lenguas de fuego llamaban a la magia.
La aventurera cruzó senderos sombríos para encontrarla.
Allí estaba ella, magnífica, esperándola.
Le contó sus pesares, la hechicera temblaba ante las palabras que pronunciaba la recién llegada.
La tarea era difícil, no sabía si el éxito podría coronar ese trabajo.
Sensual danzaba delante del fuego, pronunciaba extrañas palabras.
Terminada la ceremonia, le entregó a la visitante una gema, no debebería jamás desprenderse de ella para lograr su objetivo.
El amanecer la sorprendió en un paisaje desconocido, caminaba sin rumbo, tal como había sido su vida.
El sol asomaba, rayos dorados cubrían el azul del lago de aguas mansas.
Tranquila se sentó en la orilla, del bolsillo sacó la piedra, pidió por el amor de su vida, daría cualquier cosa por volver a sus brazos.
El silbido del viento anunciaba una tormenta, como saetas los relámpagos surcaban el espacio.
Las aguas se agitaron, con fuerza arrasaban todo, la vida se diluía, igual que los sueños.
Destellos de luna adornaban el cielo, ahora todo estaba en calma.
Cuenta la leyenda que la mujer fue arrastrada por la corriente, ahora descansaba en el fondo del lago.
Cuando la encontraron en sus manos inertes apretaba una piedra.
Ningún conjuro o hechizo alcanza cuando el amor ha partido de nuestro lado para siempre.

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