Thursday, February 14, 2008

LA TORMENTA

El cielo amenazaba, el color celeste había mutado a gris plomizo, las gotas de agua dejaban huella en la arena.
El viento despiadado derribaba todo a su paso.
Saetas violetas surcaban el cielo, las olas se elevaban majestuosas, tallaban las piedras de la playa, querían desgastarlas, hasta disgregarlas y convertirlas en moléculas que regresaran al fondo del mar.
En la cueva cercana al bosque tres niños protegían sus cuencos, allí llevaban alimento para los soldados que custodiaban la ciudad sitiada.
Bajaron los fusiles que horas antes apuntaban las nubes, los dejaron sobre la arena,.
Los niños estaban asustados, no sabían si el ruido provenía del cielo o era una ráfaga de metralletas.
Aisha, con sus manitos intentaba secar su sombrero cubierto de flores frescas, algunas estaban destruídas por la acción del agua, otras eran recuperables.
Un pañuelo cubría sus largos cabellos, estaba mojado, allí nadie la vería, no le importaba contravenir las creencias de los más grandes, lo desplegó sobre una piedra, asombrada miraba las estrellas que dibujaban ese shador que estaba obligada a utilizar en público, eran iguales a las que contemplaba lejanas, colgadas como brillantes en el espacio.
El cabello renegrido cual cascada acariciaba la espalda de la niña.Mientras esperaba el fin de la tormenta para recibir el abrazo de los que tienen amor a su lado y no están solos, con una piedra dibujaba el suelo de la cueva.
Allí surgió una paloma, en su pico llevaba una rama de laurel, símbolo de la paz eterna.
Los soldados no hablaban el mismo idioma, al ver el dibujo de la inocente, comprendieron que deberían deponer sus armas, para liberar los pensamientos.
Afuera había renacido la calma, los árboles que circundaban el escondite estaban vestidos con gotas de agua, el océano parecía un espejo .
Juntos pese a las diferencias, decidieron unirse, los soldados llevaban a los niños sobre los hombros.
El camino a recorrer era extenso, sortearían todos los obstáculos, intercambiarían cocimientos.
En su carrera a una vida digna, Aisha, olvidó el sombrero con flores.
No regresó a buscarlo, quien lo encontrara sería capaz de hallar el camino de la paz duradera, alejados de los rencores, enterrando en el mar profundo los resentimientos.

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