Friday, February 08, 2008

NABILA

Ellos, desembarcaron en la costa al amanecer, no podían detenerse a observar el espectáculo que brindaba la naturaleza, el sol despertándose en las aguas, éstas inquietas dejando su estela espumosa en la arena.
Vestían uniformes tan oscuros como las órdenes que debían cumplir.Tomar el poblado al anochecer.
Tres hermanitos vestidos con túnicas anaranjadas, paseaban por la playa, se acercaron a los hombres armados, para ofrecerles agua fresca contenida en vasijas que portaban en sus manos.
Esos pequeños no conocían el horror que sobrevendría cuando cayera la tarde.
El cielo fue surcado por aviones, la carga era suficiente para destruir el pueblo.
El piloto se comunicaba con los hombres que ahora estaban ingresando a un monte para mimetizarse con las especies del lugar.
Esta vez la noche en su misterio estaría acompañada por el terror.
El ulular de una sirena daba comienzo a la lucha sangrienta.
Nabila, alcanzó a esconderse antes del estallido de la primera bomba, asustada lloraba silenciosamente.
Intentó descansar, el refugio era frío, ella no lo sentía, el ruido de los disparos la atemorizaba.
Temblaba la tierra.
El olor a pólvora invadía todos los espacios, columnas de humo se elevaban al cielo, confundiéndose con las luces de los explosivos.
El amanecer trajo silencio, la niña se dirigió al bosque cercano a la playa,conocía la cercanía de un espejo de agua, allí saciaría su sed, con agua clara intentaría borrar la experiencia vivida.
En ese sitio había un vestigio de paz.
Inocente cortó varías flores, no tenía noción de la hora, el instinto le decía que debía regresar al refugio.
Presa del llanto, pensaba en su familia, hacía días que no los veía, extrañaba los abrazos de su mamá, las peleas infinitas con sus hermanitos por un dulce trofeo, la voz serena de su papá, creía escucharlos, miraba a su alrededor,estaba sola.
Nabila esperó las luces del día, en ese momento no habría bombardeos y podría regresar a su casa a reunirse con la familia.
Acomodó las flores en su sombrero, caminó unos metros, sus piecitos chocaban con cuerpos inertes, la arena se había teñido de sangre, el desastre tenía fragancia a desamparo.
Se detuvo en la playa, observaba el resultado de la tragedia, los ojos negros como el azabache, miraban al enemigo armado, en ese instante el hombre que cumplía su misión se sintió pequeño ante la mirada inquisidora de la niña.
Como ella,ansiaba que ésa fuera la última guerra.

No comments: