RELOJ DE ARENA

Cristales y noble madera para encerrar infínitas partículas doradas.
Lentamente se deslizan como si fueran recuerdos pasados.
Si le preguntaran a ella cómo se siente no sabría explicarlo.
Vacía no es la palabra, aún guarda en su alma enrejada cada momento compartido.
Dichosos cuando reían, nefastos en el momento que aparecían las lágrimas.
No hay culpables en esta pequeña historia.
Los dos se amaron como animales que cuidan su guarida.
No aceptaban la intromisión de extraños.
Titilaban las estrellas en el cielo que los cobijaba.
No tardarían en aparecer las primeras nubes, preludio de grandes tormentas.
Serpenteaban por el universo las luces violetas de los relámpagos.
Tranquila esperaba que el viento las disipara.
El desgarrador grito de un trueno logró que el corazón se hiciera añicos.
Pedacitos rojos latentes, idénticos a la pasión que los había unido.
Dos mundos se habían encontrado, ella creía en utopías, en la eternidad de los mundos que se comparten.
Él, más realista descorrió las cortinas de la realidad.
La visión era fantasmagórica.
Dos fuerzas se enfrentaban.
Etérea dejó que la venciera, como el Ave Fénix resurgiría con más energía.
Las palabras que se dedicaban habían muerto, otras nacerían para suplantarlas.
El reloj de arena hoy es una sola esfera, guarda en su interior minúsculos granitos de aquella.
Mañana no existe, el pasado descansa.
Los dos están vivos, vigorosos, esa gran y pequeña historia ha sido guardada en el mismo lugar que nacen o mueren los sueños.


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