SIEMPRE HERMANOS

La vida de los gemelos transcurrió con las alegrías propias que tienen los niños acompañados por un ser igual.
Desde antes de nacer aprendieron a compartir, espacios, sensaciones, un corazón acompasado que late más lento que el de los bebés.
Mamá ilusionada los espera.
El transcurrir del tiempo mostrará que pese a ser idénticos en cuanto a fisonomía se refiere los caracteres son opuestos.
Juan es taciturno, ama a su hermano, sin embargo prefiere la soledad.
Prefiere juegos que le permitan agudizar el intelecto.
Mariano es vivaz, inquieto, la eterna sonrisa ilumina la mirada cuyo color pareciera robaron al cielo.
Desde cualquier lugar de la casa se escuchan las carcajadas del pequeño.
Es observador, puede quedarse horas escuchando los sonidos de la naturaleza.
Imita a la perfección el canto de los ruiseñores.
Atrevido corta flores para obsequiarle a su mamá.
Pocas veces su hermano lo acompaña en los juegos.
Insiste hasta lograr su objetivo a sabiendas que a su gemelo no le gusta el picadito con los chicos de su edad.
Por fin lo complace, no por la actividad sino para cuidarlo.
Durante la escolaridad los maestros aconsejaron que concurrieran a distintas aulas.
Se reunían en los recreos.
Mariano siempre tenía historias para contar, abrazaba a José como si fuera la primera o última vez.
Reacio a las demostraciones de cariño y efusividad, se podría inferir que el niño soportaba las historias reales o inventadas que le cuenta su hermano.
Han pasado varios años, Mariano obtuvo su título en letras, José es químico.
Ambos fueron becados para perfeccionarse en el exterior.
Son jóvenes inteligentes, el mundo los espera.
Los padres le alquilaron un departamento para compartir mientras duren los estudios.
Se ven poco, cada uno tiene su grupo de amigos.
El departamento es amplio, José confeccionó las tareas a cumplir.
El lugar está impecable.
Un pequeño espacio separa las habitaciones de los muchachos, ello les permite estudiar sin interrupciones.
Han recibido sendos títulos con menciones especiales, un viaje en pocos días.
Los padres se despiden orgullosos en el aeropuerto, habían llegado para la ceremonia de graduación.
Noche de festejos, José desiste de la invitación, elige descansar.
Formula miles de recomendaciones a su gemelo.
Mariano lo abraza.
La velada se prolongó hasta la madrugada.
Entrará sin hacer ruido.
Antes de una ducha reparadora abrirá la puerta de la habitación, José descansa.
Mariano se dispone a dormir, antes cierra todas las ventanas, costumbre que trae de su pueblo lejano.
El edificio cuenta con seguridad.
Es inaccesible para quienes no habiten en él.
El sueño no tarda en llegar, las pesadillas hacen su aparición.
Pellizca las sábanas.
El miedo apresa el cuerpo y la mente del joven.
Le cuesta respirar.
Gotas heladas y transparentes como perlas recorren el rostro de Mariano, se mezclan con las lágrimas.
Sueña que su hermano ha muerto en la otra habitación, quiere gritar, no puede.
Mañana soleada, José prepara el desayuno, por la tarde regresarán a su patria amada.
Quiere fundirse en un abrazo con sus padres.
Llama reiteradamente a la puerta, Mariano no responde.
El espectáculo es sobrecogedor, asfixiado con sus propias sábanas, inerte Mariano yace en la cama.


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