EL OCASO DE UN ARTISTA

Paul es un eximio pintor, pronto cumplirá cincuenta y cinco años.
Ese día lo celebrará exhibiendo toda su obra en una galería de arte en Amsterdan.
En ese instante anunciará su retiro definitivo.
Los viajes constantes lo cansan, ha recorrido el mundo mostrando sus telas.
Previamente participará de una muestra itinerante que lo llevará a distintos lugares del planeta.
Es un hombre solo, demasiado atractivo.
Por su vida muy parecida a un puerto anclaron muchas mujeres, aquellas que fueron ardientes amantes se han convertido en sus amigas.
Sabían que en la existencia de un hombre famoso ninguna relación era duradera, no porque él no quisiera, las feminas no se acostumbraban a una vida surcando los cielos.
La mayoría quería estabilidad, establecerse en un sitio determinado para crear una familia.
Paul es libre como los pájaros, fue fiel a su manera.
Los compromisos constantes lo llevaban de un lugar a otro.
Hoy podía estar degustando un té en Londres, mañana lo encontraría en la vereda de un café parisino.
Ninguno de sus amores quiso acompañar el vuelo de ese ser tan especial que desplegaba sus alas para viajar a los lugares más exóticos.
El asistente personal le había preparado un itinerario especial a un país lejano.
Paul sabía que en alguno de esos lugares remotos viviría el resto de sus días.
Donaba para obras de caridad los premios recibidos , no le interesaba sumar más a su fortuna personal.
Dar a los que necesitaban rejuvenecían al artista.
A medianoche llegarían a un lugar en el que un ser superior había dejado toda la belleza.
Montañas, mar, clima a veces hostil, era lo que necesitaba para tranquilizar su alma viajera.
La primera sorpresa la recibió al bajar del avión, ni en sueños había imaginado el tamaño de las estrellas, brillantes, casi al alcance de la mano.
Redonda la luna plateada parecía bordada en suave muselina azul noche.
El intendente de la ciudad junto a su familia lo esperaban en el aeropuerto.
El visitante ilustre recibiría las llaves de la ciudad, Luz, la hija pequeña le entregaría un ramo de flores.
En ese instante sintió escalofríos, un hombre de mundo jamás había visto a una adolescente tan hermosa.
Mejillas teñidas de rubor destacaban los ojos de la muchacha, idénticos a los colores que tienen las amatistas.
Grácil figura vestida con un atuendo que dejaba ver las primeras formas, boca roja, estaba seguro que jamás había recibido un beso.
Se despidieron cordialmente.
El salón principal de la Municipalidad estaba vestido de fiesta para recibir al pintor y su obra.
Debajo de cada cuadro lucían esplendorosos los arreglos florales.
Luz se destacaba por su hermosura casi salvaje, el vestido sencillo hacía juego con el color de los ojos de la niña de cabellos rojizos sostenidos por cintas.
No tenía dudas un ángel había bajado a la tierra.
En dos meses Paul y Luz se casaron en una ceremonia cálida y sencilla.
Su mujer se había convertido en su musa.
Juntos aprendieron a transitar el camino del amor.
La relación no tenía límites, todo fluía armoniosamente.
Lloraron al enterarse de la llegada del primer hijo, a Paul le preocupaba la diferencia de edad con su esposa, ella sabía cómo limar las mismas.
Crepúsculo sureño, cielos vestidos de rosas y morados.
El caballete estaba preparado.
Pintaría a su mujer embarazada, todos tenían que ver la belleza que irradabia el amor de su vida.
Posó desnuda muchas veces.
El cuadro estaba casi listo.
Faltaban los últimos detalles, no era necesaría la presencia de su esposa.
El amor pintaría aquello que faltaba.
Paul tenía difcultades con la vista, no quiso alarmar a su compañera.
El diagnóstico fue implacable, la ceguera se apoderaba de los ojos del magno artista.
Luz terminó el cuadro un día antes que naciera el fruto de un amor incontenible
Paul espera un transplante de córneas es la única salida para que pueda admirar la belleza del pequeño Hermes.
Están seguros que en corto plazo la vida volverá a regalarles una sonrisa.

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