Buenos días hijo querido.
Te saludo en una mañana cálida, son las que menos nos gustan
dado que son preludio de jornadas calurosas.
Deseo invitarte a recorrer la ruta doce de nuestro país con
la intención de llegar a la localidad de Wanda, en la provincia de Misiones ,
en esta ocasión no viajaremos hacia las Cataratas del Iguazú, sino que nos
detendremos en el yacimiento de piedras semipreciosas que se encuentra en esa
localidad.
Luego de recorrer la mina a cielo abierto, observando cómo
los trabajadores extraen las riquezas de la tierra, nos dirigiremos como hace
muchos años al local de venta que se encuentra en el lugar.
Recuerdo elegiste un rubí de considerable tamaño y para mí,
amatistas y un topacio.
Las facetas de las amatistas
cuando salen de la tierra son filosas.
Los joyeros le otorgan un trabajo especial para cuando las
usemos no lastimen las manos.
Si de vos hubiese dependido habrías comprado todas las
piedras existentes.
El rubí y la piedra de topacio, arribados a Buenos Aires se
convirtieron en anillos, las amatistas en un colgante sostenido por una cadena
de oro rojo y la restante la guardo hasta el día de hoy.
Después de tu ausencia nunca supe el destino de tu anillo
preferido, solo te lo sacabas cuando tenías que practicar natación en todas las
temporadas o bien cuando querías
dedicarte al estudio.
Siempre el rubí lució en tu dedo anular de la mano derecha.
Fue un viaje soñado.
Como la visita no demoró más de dos horas, decidimos
alquilar una camioneta que nos llevara a las Ruinas de San Ignacio,
perteneciente a un convento de jesuitas.
Al ser un día de semana fuera de temporada, no había demasiados turistas.
Al llegar, evoco con la mueca de una sonrisa tu desazón y tu
expresión “Esto es horrible mamá”.
La decepción se notaba en tu mirada hasta ese momento
risueño.
Era evidente pensabas encontrarte con otro paisaje.
Entre mis risas te expliqué no habíamos asistido a ningún
desastre natural.
Simplemente, eran ruinas, por ello solo se conservaban las
paredes y división de las instalaciones.
El resto estaba cuidado por los trabajadores del espacio.
Renové mi sonrisa cuando te quejaste por el dinero invertido
para ver ladrillos a punto de caer.
No te conformó cuando te conté, el sitio tiene más de
quinientos años y fue declarado monumento provincial.
Callé ya que ninguna explicación quitaría tu desencanto.
Por suerte tus enojos duraban poco y terminaste acribillando
con preguntas al guía turístico, tanto que preguntó si en el futuro pensabas
ser historiador.
No hubo respuesta para ese interrogante.
Cuando salimos me pediste nunca te llevara a visitar lugares
como ese, ya que no le encontrabas ningún encanto un razón de ser.
Con el tiempo entendiste que se trataba de un enclave a
quienes los turistas nacionales o internacionales, otorgaban valor.
En el almuerzo el enojo había desaparecido.
Preguntaste si existía algún curso de agua para poder nadar.
En el momento que supiste la cantidad de kilómetros a
recorrer, deseabas saber, a qué hora
salía el vuelo que nos traería de regreso.
Esperamos en una posada para cambiar nuestros atuendos.
Avistaste una piscina y allí se borró el mal humor.
Durante el viaje diseñabas en una hoja, cómo sería tu anillo
y mi colgante.
A la mañana siguiente visitamos a un joyero que conocía de
siempre.
Le gustaron tus diseños y así quedaron.
Siempre deseabas usara el colgante de amatistas en forma de
óvalo.
Cuando partiste lo regalé a tu prima igual que otras joyas
que no deseaba lucir.
Quiero dejarte en este enlace que nos une un poco más letras
sobre amatistas con la intención de alegrar si es posible la estancia en tu
hábitat.
“EL CREPÚSCULO DE AMATISTAS
Autor: James Joyce
El crepúsculo, de amatista, se torna
Azul más y más intenso,
El farol llena de un tenue fulgor verde
Los árboles de la avenida.
El viejo piano interpreta una melodía
Serena y lenta y jovial;
Ella se encorva sobre las teclas amarillentas,
E inclina así su cabeza.
Tímidos pensamientos, ojos serios y abiertos
Y manos que vagan mientras escuchan…
El crepúsculo Se torna azul aún más oscuro
Con reflejos de amatista.”
Querido hijo evoco los momentos compartidos, tus enojos
pasajeros culminando en un beso y un abrazo, preguntándome, cuando podré darte
uno de los tantos besos que tengo guardados en el cofre donde esperan llegar a
su legítimo dueño.
Te extraño ángel guardián.
Solicito tu ayuda para llegar al espacio donde estás.
Es difícil asumir la ausencia, pese a que te llevo adherido
a mi alma.
Preciso la ternura de tu bella mirada.
Te amo más que a nadie y como siempre lo reitero, deseo
solicitarte por favor nunca olvides cuanto te quiere, mamá.
https://www.youtube.com/watch?v=aTHe1pxlAG4
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