Tuesday, August 21, 2007

AMOR ETERNO

Los fantasmas no existen pero...,Quasimodo se levantaba al alba, pocos conocían su fealdad, el tañir de las campanas de Notre Dame lo convertían en un hombre hermoso.
A cada una le había otorgado un nombre, nadie entendía cuando Él las alentaba, gritando algunas veces, otras susurrando, ¡Vamos María! ¡Adelante Gabrielle!.
La plaza comenzaba a llenarse de gente para escuchar la armonía melodiosa que escapaba del campanario, todos se preguntaban quién les arrancaría ese sonido que subyugaba.
Beatriz acudía todas las mañanas a la misma hora, quería adivinar el rostro de ese hombre escondido tras una túnica marrón, con la capucha se tapaba el rostro temía asustar a esa mujer de belleza inigualable.
Escondido detrás del campanario, la admiraba, sin saber que ese día la vida lo sorprendería.
Beatriz cruzó los jardines de la iglesia, una mantilla bordada apenas escondía la dorada cabellera de la muchacha, el color de los ojos podía confundirse con una porción de cielo, su grácil figura provocaba el comentario de los hombres y mujeres que asistían a misa.
Concluida la ceremonia, ella quedó sola en el interior de la basílica, sentada en el primer banco rezaba, tenía la ilusión de conocer al hombre que hacía tañir las campanas, todos le habían hablado de quien permanecía siempre oculto a la vista de los feligreses, ella no cejaría en su intento.
Una tarde de otoño decidió internarse por los pasillos que llevaban a la torre, los acordes del órgano detuvieron sus pasos, miraba a su alrededor y no encontraba ninguna puerta, el lugar era oscuro, sin embargo tenía la impresión de estar cerca de las puertas del cielo, comenzó a acariciar las paredes, en ese instante una placa de mármol se deslizó, por fin había encontrado la entrada, al sentir el perfume de ella, Quasimodo cubrió su rostro, el sitio estaba en penumbras, ella se acercó tanto que las respiraciones se convirtieron en una sola, lentamente deslizó la capucha hasta dejar visible la cara de ese hombre enjuto que había aprendido a amarla en silencio.
Suavemente con las manos recorría el rostro de ese ser extraño que la cautivaba.
Pasaron muchos años, cuenta la leyenda que vivieron su amor apasionado,escondido a la vista de otros.
Hoy en la iglesia de Notre Dame al anochecer se escuchan los acordes del órgano, desde las tinieblas, ambos ejecutan bellas melodías que perduran más allá del espacio y el tiempo, rindiendo homenaje a un amor eterno.

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