Saturday, August 04, 2007

REGRESO A LA VIDA

Dos meses pasaron desde que se mudara con su esposa e hijo a su nuevo lugar de trabajo.
La casa confortable estaba a pocos kilómetros de la mina Arroyo Rojo, eso le permitía regresar al mediodía para almorzar con su familia.
Ciertos días podía acercar al pequeño hasta el jardín.
Al costado de la cinta asfáltica se elevaban los bosques de lengas, la noche anterior había nevado copiosamente, los troncos desnudos aún vestían con copos blancos, entre ellos se observaba el agua cristalina que moría en la playa, le gustaba mirar el mar, apacible como la mirada de las personas que más amaba.
Estacionó la camioneta en el lugar de siempre, algunos mineros terminaban la jornada, para él comenzaba un día diferente.
Los carros de metal salían del corazón de la tierra llevando su preciosa carga.
Calzó su casco y comenzó a caminar por el interior de la cueva, ese ejército de hombres parecían luciérnagas que se adentraban en la tierra, todo estaba tranquilo, solo se oía la respiración de los trabajadores, las paredes de la mina mostraban sus vetas de colores formando figuras extrañas.
En ese instante un ruido ensordecedor paralizó a los mineros, detrás de ellos una lluvia de piedras comenzaba a tapar el camino de regreso, era el preludio de la tragedia, Él solo pensaba en la forma de ayudar a los que caían heridos dándole palabras de aliento, era imposible salir de allí sin ayuda externa.
No pasó mucho tiempo hasta que el aire se sintió enrarecido, le faltaban fuerzas, de a poco se extinguía el oxígeno.
La noticia no tardó en llegar al pueblo, junto a las ambulancias y los socorristas hacían su arribo al lugar los familiares de los mineros presos de la turba de piedras.
A medida que pasaban las horas la esperanza de rescatar a esos hombres con vida se anulaba.
Los socorristas trabajaban contra reloj, ella se acercó a la entrada de la mina, no le importaba el frío, el viento helado silbaba cada vez con más fuerza, sin embargo el dolor no le impidió recordar los versos que a su marido tanto le gustaban.

¡Avanti!

Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.
Obsecación asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte...
¡Todos los incurables tienen cura
cinco minutos antes de su muerte!

Salieron las primeras camillas, algunos hombres habían encontrado la muerte, su marido aún respiraba, ahora descansaba en la cama del hospital de campaña, a su lado, como siempre, ella acariciaba el rostro del ser amado, le tomaba las manos para transmitirle la fuerza del amor.
Cuando despertó, la grácil figura de su mujer con los ojos empañados de lágrimas daba gracias a la vida.

No comments: