Saturday, August 04, 2007

ME DIJO UNA TARDE

En pocos días la galería de arte de la Ciudad sería inaugurada.
El edificio era como todos los del lugar con techos de tejas negras a dos aguas para que la nieve se deslizara cual niños bajando de un tobogán.
Los ventanales llegaban casi hasta el piso dejando ver la lustrosa madera, en las esquinas del salón descansaban motivos florales que cuidadosamente habían traído desde sitios más cálidos.
Por la tarde en el sitio se exhibirían los cuadros de eximios pintores de todas las épocas.
Ella que había perdido el amor sería la encargada de estar en otro rincón del recinto leyendo estrofas de autores famosos a los asistentes.
Llegó un rato antes para prepararse, el vestido negro destacaba la palidez de su rostro, en la mirada aún quedaban vestigios de los recuerdos, pronto estarían enrejados en el alma.
La vida le daba otra oportunidad, pese a que el choque había sido fuerte, ella solo resultó ilesa, el amor de su vida no pudo salvarse, a partir de ahora sola, recorrería todos los caminos, aún cuando su figura demostrara que era una mujer joven, dueña de una belleza poco común, día a día el alma envejecía.
Tomó el lugar asignado previamente en el salón, el rojo de la banqueta contrastaba con su vestido, lentamente comenzó a leer las primeras estrofas de un poema de Antonio Machado, un libro que el amor de su vida le había regalado para un aniversario, a medida que leía, los sentimientos se anudaban en la garganta, con voz casi inaudible recitó el poema elegido.


Me dijo una tarde de la primavera
Si buscas caminos en flor en la tierra,mata tus palabras
y oye tu alma vieja.
Que el mismo albo lino que te vista sea tu traje de duelo,
tu traje de fiesta.
Ama tu alegría y ama tu tristeza,
si buscas caminos en flor en la tierra.
Respondí a la tarde de la primavera
Tú has dicho el secreto
que en mi alma reza yo odio la alegría por odio a la pena.
Mas antes que pise tu florida senda,
quisiera traerte muerta mi alma vieja.

Las últimas estrofas fueron coronadas con el aplauso de los asistentes, esa pequeña mujer había logrado un clima especial.
Caían las primeras sombras de la noche, creyó verlo, corrió hacia ellas con los ojos nublados de lágrimas, el viento como un latigazo, otra vez le mostró la realidad.

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