Thursday, October 11, 2007

BAILE DE DISFRACES

En este mundo púrpura se celebraba en la vieja mansión un baile de disfraces.
La casa estaba ubicada a los pies de un cerro patagónico, cercana a una cascada de agua que jamás descansaba en su canto.
Las tejuelas del techo permitían que la nieve se deslizara como en un tobogán, para formar pequeños montículos blancos entre el verde dorado de los árboles.
Nada había sido librado al azar, los dueños de la propiedad conocían a Ana una artista residente en Buenos Aires, vía aérea envió sus diseños, no solo el de los disfraces que vestirían los dueños del lugar sino también los souvenir que llevarían cada uno de los invitados al agasajo, para los más pequeños eligió imágenes parecidas a las que podemos encontrar en los cuentos, para los adultos optó pintar paisajes, jugaba con los colores con la maestría y el ingenio que tienen los artistas natos.
En el interior todo estaba preparado, las arañas lucían lámparas rojas, las purpurinas adheridas a las bombillas parecían un trozo de cielo estrellado.
Las mesas rodeaban el salón vestidas con manteles de fino hilo blanco, la iluminación del sitio los haría ver de color púrpura, en el centro la orquesta invitaba a bailar.
Cuando la fiesta llegaba a su esplendor apareció un caballero disfrazado de rey, completaba su atuendo plateado con una capa de terciopelo que seguía los colores de la consigna del festejo.
Los acordes de un vals de Strauss daban comienzo al baile de máscaras.
El recién llegado eligió a una bella joven, tras la máscara adornada con purpurina podía adivinar la profundidad de su mirada, era similar a un remanso que invitaba a sumergirse.
A medianoche comenzaron los brindis para festejar el éxito de la velada, allí se dieron cuenta que dos invitados se habían alejado del lugar, preocupados por la suerte de la muchacha exigieron a los mayordomos que la buscaran hasta encontrarla.
Caminaron varias horas, el amanecer cubría el firmamento con matices rosados hasta llegar al color púrpura que aparece cuando nace cada día.
Sonrieron felices al llegar a los acantilados de ese paisaje agreste, encontraron a la pareja jurándose amor eterno.

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