Sunday, October 07, 2007

UNA MISA ESPECIAL

En este mundo púrpura en la iglesia del Sagrado Corazón de una ciudad pequeña se oficiaría una misa, el objetivo de la misma era rogar por las almas inquietas que habían salido de las penumbras con el único propósito de alterar la tranquilidad del pueblo.
El domingo se había vestido de fiesta, el sol como nunca en ese sitio regalaba sus rayos dorados.
La primavera con su magia había logrado que en ese lugar inhóspito, los árboles comenzaban a vestirse con hojitas verdes de bordes violáceos.
En la mayoría de las casas se preparaban para acudir a la ceremonia, los padres apuraban el desayuno de los más remolones, el día diáfano invitaba a caminar hasta la capilla.
La tarde anterior, habían cortado el césped que circundaba los jardines del templo, en los canteros las flores saludaban al día.
Los vitreaux de los techos de la capilla dejaban entrar los destellos del sol, parecía que acariciaban a los santos .
Lentamente el recinto fue colmando su capacidad, las mujeres cubrían sus cabezas con delicadas mantillas de fino encaje, los hombres intentaban callar el rumor risueño de los niños.
El sacerdote comenzó su homilía, parecía una charla entre amigos, la primera parte de sus palabras estuvo dirigida a las familias, a todos les pidió que trataran de conservarla ya que era el cimiento de cualquier sociedad moderna,deberían aprender a compartir sin necesidad de adueñarse de aquello que correspondía a otros.
Condenó la burla y oró por aquellos seres que en soledad absoluta no son dueños de sus actos.
El coro cantaba como los ángeles en su camino al cielo, el órgano acompañaba los cánticos.El momento de la comunión había llegado, querían recibir a Dios en sus cuerpos, en ese instante, todo se tiñó de púrpura, muchos imaginaron que el destino les estaba dando una señal, imposible describirlo, con unción los feligreses regresaron a ocupar los bancos de la iglesia, mientras el sacerdote elevaba el cáliz las puertas de la capilla se abrieron en forma violenta, una silueta parecida a una sombra irrumpía en la casa de Dios, afuera se había desatado una tormenta, los relámpagos surcaban el cielo, los truenos gritaban su tormento.
Todo había cambiando en minutos, al llegar al altar la sombra fantasmagórica intentó pedir perdón, cargaba con la cruz más pesada, la soledad.
El sacerdote turbado tomó el micrófono, pidió tranquilidad a los asistentes, les rogó que siguieran sus rezos, con sus palabras intentó tranquilizar a todos los que se concentraban en el lugar.
Tomados de las manos siguieron las instrucciones del cura,ignoraron que la silueta seguía blasfemando, torturada por sus pensamientos.
El canto sonaba más fuerte, los lugareños jamás habían presenciado semejante espectáculo, pese al miedo que los invadía se mantuvieron unidos.
Otra vez el sol con su fuerza pudo diluir la imágen del fantasma de ropas negras como su alma, en ese instante todos recobraron la calma, una vez más el poder de la oración había terminado con el mal.
Todos esperaban que la paz y armonía reinaran para siempre.

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