Tuesday, October 02, 2007

EL ABUELO

Con un bajo nivel de sangre en alcohol ,esa frase lo había confundido, siguió caminando por la plaza, parado delante de un cantero observaba los estragos que la lluvia había provocado en las primeras flores de primavera, las hojitas recién nacidas estaban caídas hacia un lado, esta vez el agua con sus gotas no las adornaba, todo estaba salpicado de lodo.
La frase que había leído por la mañana aún resonaba como un látigo en su cabeza, reconocía que estaba viejito pero a la vez muy lúcido.¿A quién podría pedirle que escribiera un cuento que comenzara con semejante oración?.
Apoyado en su bastón con puño de plata esperó que el semáforo le permitiera cruzar la amplia avenida, mientras miraba los autos en su loca carrera, seguramente muchos de ellos habían bebido sin pensar que un auto es un arma que mata.
Una bella joven se paró a su lado, le ofreció ayuda para llegar ileso a su destino, en el kiosco compró caramelos, los bolsillos repletos de golosinas, así siguió caminando por Buenos Aires, los árboles en sus copas mostraban las primeras flores, el aroma inundaba las veredas, antes hacía el mismo camino acompañado de su mujer, cuando ella partió, sintió la tristeza y el abandono.La había amado con pasión, por las tardes paseaban en un viejo auto descapotable, la brisa jugaba con los cabellos de ella.
Conformaron una familia numerosa, la mayor alegría la trajeron los nietos, disfrutaron de los hijos y las travesuras de los más pequeños.
Desde pequeña Aldana había demostrado inclinación por la escritura, desde que él se acordaba la niña escribía cuentos, el abuelo viejo lector de un prestigioso diario le acercaba temas, en la rebeldía propia de la edad la niña le preguntaba ¿Abuelo no se te ocurre otra cosa?, el anciano sonreía acariciaba con ternura la cabeza de su nieta, como un mago sacaba de sus bolsillos los caramelos, con ellos lograba cambiar el humor de su nieta preferida.
Pasaron muchos años, su familia numerosa quedó disgregada, la mayoría había partido buscando otros rumbos, sin pensar que el abuelo en algún momento quedaría solo.
Pese a los designios del destino él no cambió sus costumbres, salía a caminar cuando el sol asomaba en el horizonte, encontraba compañía en el susurro de los pájaros que despertaban, también se sentía acompañado por el paisaje.
Siempre hacía el mismo recorrido, la plaza y el kiosco, endulzaba por un momento la vida de los niños de la calle, esos que no deberían trabajar para ayudar a sus familias.
Era conocido y respetado, nada podía paliar la soledad que lo acompañaba día a día.
Hoy pequeños estudiantes, tienen una vista guiada a una plaza cualquiera de Buenos Aires, el abuelo no está, un monumento lo recuerda, parece que desde el bronce tomara vida cuando un niño se acerca a observarlo, los chicos dicen haber escuchado el ruido de la envoltura de los caramelos, pícaro sonríe.
Todos los que recorren la plaza aseguran haber visto en las noches a un anciano, temeroso cruza la avenida, los bolsillos de su traje están repletos de caramelos, como antes, como siempre.

No comments: