Wednesday, October 17, 2007

SIN DIFERENCIAS

Hola, soy un alumno de escuela primaria, hoy el maestro Pablo nos enseñó la historia de los escudos de algunos países, entre ellos estaba el de Swazilandia, me gustó porque tiene los colores del cielo, plumas como las que usaban mis antepasados y dos animales que se pueden ver en los zoológicos, nunca fui a uno.
Nos contó que pese a tener un rey con corona, la vida allí es difícil, los chicos como yo se mueren de hambre, los grandes por enfermedades que según Pablo se pueden prevenir.
No les conté voy a una escuela del monte chaqueño, antes allí vivían muchos wichis , como mi abuelo.
El edificio de la escuela es muy lindo, pero no tenemos luz ni nada que tienen el resto de los argentinos.
Sacamos el agua de un pozo al que protegemos con maderas para que no se contamine.
Pablo además de maestro es cocinero, nos da el almuerzo y la cena, cuando algún chico se enferma de su mochila como un mago saca remedios que le dan en la salita que queda muy lejos de aquí.
Los días de semana estoy lejos de mis papás y hermanos, cuando llueve me quedo en la escuela, tampoco tenemos caminos, solo barro y a los costados árboles con mucho follaje, algunos los ha doblegado el tiempo, tienen sus troncos lastimados, parece que se van a caer solos, hay espacios donde la mano del hombre los hiso desaparecer.
Como me porto bien el maestro me nombró su asistente, lo ayudo a servir el mate cocido para los demás chicos y reparto pan recién horneado.
Ahora estoy sentado vigilando el pozo de agua, mis compañeros juegan a la pelota.
Mi maestro se acercó al verme solo, con una ramita dibujaba en la tierra, me preguntó por qué no jugaba con los chicos le conté que estaba triste, mi amigo Ramón había muerto por falta de asistencia médica, Pablo trató de consolarme, pero no pudo.
Le dije que no hacía falta conocer el escudo de un país tan remoto cuando en mi patria faltan las mismas cosas, la gente se muere de hambre, también se enferma y nadie hace nada.
Mi amigo Francisco tiene seis años, tres menos que yo y pasa sus días sentadito en una silla de ruedas, tiene los huesitos como el cristal, si camina se rompen.
Es hora de entrar a la escuela, el sol acaba de esconderse detrás de los árboles, parecía el cuadro de un museo que mi abuelo visitó hace mucho.
Nos vamos a dormir temprano, acá no hay luz, no hay nada.
Abrazo la almohada para que nadie se de cuenta que estoy llorando, dicen que los hombres no lloran pero yo soy un chico.
Mañana le voy a pedir a Pablo que nos cuente otra vez, la historia del escudo argentino.

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