Buenos días hijo querido.
Te saludo en una mañana fresca, vigoroso billa el Astro Rey.
Anoche fui al planetario de la Ciudad de Buenos Aires,
alentada por las imágenes de la luna llena de color rosado, suspendida en el
cielo azul oscuro.
Un espectáculo digno de observar
con los telescopios de última generación, que cuenta el
lugar.
Fui sola, dado que Laura se fue el fin de semana lago con el
pequeño Indra, hacia la República
Oriental del Uruguay.
Un paraíso cercano a muestro país, donde se respetan las
instituciones, los derechos y obligaciones de cada habitante.
Como no deseaba perderme la visualización de la luna, viaje
en un auto de alquiler.
Llegamos rápidamente pues muchos compatriotas, partieron
hacia la costa atlántica.
Un placer llegar a la ciudad, sin caos vehicular.
Transité con normalidad el camino de faroles que lleva al cambo donde se localizan los telescopios para ingresa al mundo de las estrellas.
El camino es una escalera que desciende al final.
Cada tres peldaños se ubican los faroles,
con el propósito de ilumina el ascenso y posterior descenso
al campo donde se encuentra el edificio del planetario.
Los astrónomos dieron una charla previa, para informar el
uso de los telescopios.
Pocas veces sentí tanta emoción ante un evento natural.
En espacios abiertos, las estrellas se multiplican tanto.
Marco brillante para acompañar a la luna de tono rosa.
Imaginé en una de ellas, estarías mirándome.
No pude encontrarte.
¿En cuál de ellas, estás?
Posiblemente en las sombras de la luna.
Abstraída en la contemplación, escuche a un grupo de
personas hablar de los faroles en la escalinata.
Hasta el año anterior, no estaban.
Lo recuerdo porque desde el mismo espacio contemplamos con
Laura, un eclipse de luna.
En aquella ocasión las escaleras estaban iluminadas por
luminarias de mercurio.
Felicito a quien los reemplazó.
Una noche soñada en la que no dejé un solo instante de
pensar en vos.
A donde sea que vaya, te llevo conmigo, aún, cuando quienes
están en el mismo enclave puedan percibirlo.
Sos mi vida y siempre acompañarás a tu madre, más allá del lugar que mis pasos
den para llegar a cualquier sitio, te siento en mi corazón.
¿Desde tu hábitat has podido observar, la luna majestuosa de
ayer?
¿Cuándo aparecerás en mis sueños?
Es propicio para que pueda darte el beso aletargado, pugnado
por salir del cofre donde los guardo.
¡No dejes lleguen a marchitarse!
Siempre te buscaré y estoy condenada a seguir esperando el
final.
¿Por qué la demora innecesaria?
Llegaré.
¿Cuándo y cómo?
No lo sé.
Elegí un poema para compartir.
“Más yo que yo mismo
Autor: Amado Nervo
¡oh, vida mía, vida mía!,
agonicé con tu agonía
y con tu muerte me morí.
¡De tal manera te quería,
que estar sin ti es estar sin mí!
farol de mi devoción,
perenne cual mi aflicción
es tu memoria bendita.
¡Dulce y santa lamparita
dentro de mi corazón!
luz que alumbra mi pesar
desde que tú te partiste
y hasta el fin lo ha de alumbrar,
que si me dejaste triste,
triste me habrás de encontrar.
Y al abatir mi cabeza,
ya para siempre jamás,
el mal que a minarme empieza,
pienso que por mi tristeza
tú me reconocerás.
Merced al noble fulgor
del recuerdo, mi dolor
será espejo en que has de verte,
y así vencerá a la muerte
la claridad del amor.
No habrá ni coche ni abismo
que enflaquezca mi heroísmo
de buscarte sin cesar.
Si eras más que yo mismo,
¿cómo no te he de encontrar?
¡oh, vida mía, vida mía,
agonicé con tu agonía
y con tu muerte me morí!
de tal manera te quería,
que estar sin ti es estar sin mí.”
Certeza en las palabras del poeta, la frase final, está
emparentada con mis sentimientos.
No llego a comprender por qué.
La insistencia de
dejarme donde no quiero estar más.
Entiendo puedas cansarte de este sentir.
Cada lera de estas conexiones, se generan en el alma.
Escribo desde allí,
sin disfrazar los grafemas.
Ignoro hacerlo.
Carece de sentido, la existencia sin tu compañía.
Nada alcanza para
mitigar el dolor.
¿Quién puede seguir impidiendo podamos abrazarnos como
antes?
¿Sabrán una madre que hace casi siete años no ve a su hijo,
necesita acariciarlo?
Es elocuente no respondan a una sola de mis preguntas.
Es sencillo, conforma la verdad argumentada.
¿Es demasiado grande mi solicitud?
Te amo hijo querido.
Nadie pudo enseñarme a vivir sin vos.
Es fácil decir “Dejalo ir”, difícil se pueda cumplir
semejante sugerencia.
¿Conocen algún humano haya aceptado la partida de un hijo?
Solo te solté la mano en el final.
Más no puedo hace.
Quienes asisten la salud mental, expresan “De todos los
duelos se puede salir, exceptuando el de un hijo”.
¿Entonces para qué insistir, manteniéndome cautiva donde no deseo esta?
Mi mayor utopía es
estar a tu lado para siempre.
No poseo, otros derroteros.
No te preocupes, será de manea natural, jamás vulneraría tu
memoria.
Evito correr el riesgo de no encontrarte.
Si pudieras ayudar sentiría, atisbos de paz.
Hijo de mi alma, una vez más reiteraré mi letanía,
solicitándote por favor, nunca olvides
cuanto te quiere, mamá.
https://www.youtube.com/watch?v=uTlPPqPodiA
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