Buenos días mi tesoro.
Te saludo en otra mañana fría donde el sol brilla
tímidamente debido a celajes blancos que
se deslizan sobre la esfera celeste.
Ello me lleva a recordar una visita que realizamos hace
tiempo a la Provincia de Córdoba.
Era el último día de nuestra estadía por lo tanto la
excursión solo ocupo las primeras horas de la mañana.
Recuerdo en primera instancia comunicamos al guía turístico
caminaríamos por los alrededores del hotel, ya que a la tarde abordaríamos el
pájaro de alas plateadas para regresar a
nuestro destino.
Cuando comenzó al comentarnos del paisaje que observaríamos
era imperdible, sobre todo para, los
aficionados a la fotografía como nosotros.
El tiempo era suficiente, las maletas estaban preparadas
desde la noche anterior, por lo tanto accedimos a la excursión. En medio de las
montañas, luego de atravesar el campo extenso, ascendiendo una escalera, se
recortaba la figura de u monasterio de piedra que había funcionado en el
espacio.
Para llegar al interior era necesario subir una serpenteante
escalera de piedras, las mismas que se utilizaron para la construcción del
monasterio de jesuitas, hoy convertido en restó.
Visitar las celdas donde se alojaban los monjes producía
escalofríos.
Claustros con rejas como si se tratara de una cárcel. Poco
equipados.
Solo contaban con una cama de hierro y los objetos
necesarios para la higiene personal.
Una galería lejos de las habitaciones era el camino obligado
para llegar a las aulas donde luego de varios años se recibirían.
El comedor donde almorzaban tenía un aspecto solitario y
silente.
Largas mesas de madera con bancos largos de idéntico
material.
Algunos frescos sobre las paredes daban cuenta que se
trataba de un espacio dedicado al estudio. Según el relato del guía, los
aspirantes a sacerdotes retiraban la comida de la cocina del lugar.
Contó se levantaban al alba, para trabajar en el campo que
circundaba el monasterio.
En lo alto de la construcción estaba el campanario.
Conservando una antigua campana de hierro para convocarlos a las distintas
actividades.
Los canteros de los laterales de la escalera solo tenían
plantas de hojas verdes.
Un monasterio sin flores.
Luego del recorrido, un aspirante a sacerdote subió al
campanario para hacer saber a quienes lo visitábamos, era la hora del almuerzo.
Un hombre poderoso lo había comprado a la congregación,
prometiendo conservarlo tal cual estaba, exceptuando el comedor que fuera
levemente transformado.Fué, la primera
vez que escuchábamos el tañido de la vieja campana negra.
El sonido estremecía el alma.
No estábamos contentos cuando oímos el tañer de la vieja
campana, avisando había llegado la hora del almuerzo.
Los pocos comensales conversaban en voz baja.
No vi a nadie esbozar una sonrisa.
Tus gestos hacían
notar estabas, tan incómodo como yo.
Saludando con una inclinación de cabeza nos retiramos del
lugar.
El guía salió, detrás nuestro.
No formulamos reclamos de ninguna especie, ni expresamos el
lugar era tétrico.
Nos pidió esperáramos dos horas que era el tiempo para
regresar al hotel.
Cruzamos el campo extenso.
Tu magnifico sentido de orientación nos llevó a l pueblo.
Conseguimos un auto de alquiler que nos dejó en la puerta
del hotel.
Sin que le preguntáramos nada el chofer comenzó a conversar
de las torturas a las que eran sometidos los aspirantes a sacerdotes.
No contestamos nada, solo pedimos llegar a destino pues
debíamos emprender otro viaje hacia el aeropuerto.
Gentilmente dijimos al unísono teníamos contratado a uno de
los choferes del hotel.
No queríamos escuchar nada más que hiciera referencia al
monasterio sin flores donde hubo tormentos.
Hoy que ha pasado tanto tiempo no dejo de reprocharme esa visita siniestra y por
ello te pido disculpas.
Encontré un poema referente al tema de este contacto.
“El monasterio
Autor: Julio Herrera Reissig
A una menesterosa disciplina sujeto,
él no es nadie, él no luce, él no vive, él no medra.
Descalzo en dura arcilla, con el sayal escueto,
la cintura humillada por borlones de hiedra...
Abatido en sus muros de rigor y respeto,
ni el alud, ni la peste, sólo el diablo le arredra;
y como un perro huraño, él muerde su secreto
debajo su capucha centenaria de piedra.
Entre sus claustros húmedos, se inmola día y noche
por ese mundo ingrato que le asesta un reproche...
Inmóvil ermitaño sin gesto y sin palabras,
en su cabeza anidan cuervos y golondrinas;
le arrancan el cabello de musgo algunas cabras
y misericordiosas le cubren las glicinas.”
Hijo querido, preciso aparezcas en mis sueños, el deseo de
darte un beso es irrefrenable.
Sabés te amo inmensamente.
Te extraño un poco más cada
día.
Quiero estar a tu lado eternamente.
Dedicarme a cuidarte.
Demostrarte el amor que te tengo, no entiendo por qué no me
dejaron hacerlo, durante estos casi siete años.
Te amo hijo querido, por ello en estos enlaces siempre he de
pedirte por favor, nunca olvides cuanto te quiere, mamá.
https://www.youtube.com/watch?v=2rbRS8KVgDw
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