Friday, May 06, 2022

LA OBSESIÓN DEL SAMURAÍ



Buenos días hijo querido.

Te saludo en una mañana  diáfana.

El estado del tiempo sorprende a todos, luego del frío invernal, la de hoy será una jornada primaveral.

Quiero contarte la historia de un Samuraí, guerreros japoneses que gobernaron Japón, desde el siglo XII hasta el XIX en que se instauró la figura del emperador.

Los samuaí al principio, utilizaban arcos,  hasta que decidieron defenderse con filosas espadas.

Un descendiente de Shogún se enamoró de una bella dama perteneciente a la alta sociedad japonesa.

Su cara de porcelana, la delicadeza de su esbelto cuerpo era codiciado por todos los guerreros.

Ella ignoraba a todos,  dado era enemiga acérrima de la violencia y privaciones de la libertad.

Caminaba por las calles de la ciudad deslizándose como una gacela, enfundada en bonitos kimonos, acompañados de chalinas de

gasa, que la hacían etérea  cual si fuera un pájaro, desplegando sus alas.

Trabajaba en una casa de arte.

Su aspecto era impecable.

Varias veces el samuraí, la abordó proponiéndole salir.

Obvió todas las invitaciones durante un largo tiempo.

Ante la insistencia, con  la paciencia de un ser angelado, explicó  cual era la razón de sus negativas.

El samuraí, prometió cambiaría, por ella, dedicándose a otro trabajo que no fuera ataca con su espada a otros guerreros.

Concertaron un encuentro en una sala donde servían licores y jugos.

Ella notó no era amor sino una obsesión del samuraí.

Bebió el jugo,  rápidamente, comentando a su interlocutor sería la última vez que aceptaría compartir minutos de su vida con un hombre de características  violentas.

Saludó y en el momento de partir, el samuraí desenfundó su espada y en su temible obsesión la mató.

En esos tiempos no existían penas capitales para quienes herían de muerte a una mujer.

En definitiva siempre era la víctima  quien sería investigada por su proceder, según los jueces provocaba con sus kimonos al luchador.

Semejante a la justicia que reina en nuestro país donde la parcialidad de quienes deben impartir justicia, convierten al victimario en víctima.

Algo irracional.

¿Cambiará en alguna ocasión este proceder inentendible?

Hoy elegí letras de un joven auto referidas al atuendo de quien como vos, partió precipitadamente.

 

 

“EL KIMONO

Autor: José Watanabe

 

Mi padre y mi madre eran sombras dispares

 

que ahora, muertas, acaso se encuentran más.

 

Yo recuerdo: él le regaló un kimono

 

y ella lloró en silencio

porque una gracia así

 

no concordaba

con su amor tan austero.

 

En la espalda del kimono

 

saltaba un salmón rojo.

Sobre los hombros de mi madre, el pez

 

parecía subir por la cascada de sus cabellos,

hermosísimos y azulados cabellos

 

de mestiza:

 

Una bella imagen que ella no podía ver.

 

Dígasela usted, padre,

 

para que deje de llorar.”

 

Tesoro de mi existencia espero aparezcas en mis sueños para poder cumplir mi aspiración, de darte uno de los tantos besos que tengo guardados para vos.

Anhelo verte para conversar sobre los sucesos, que han ocurrido, durante tu ausencia.

Algunos son buenos otros decididamente incomprensibles.

Los esperaba, si bien no tan pronto.

No es importante por mí.

Produce malestar hayan vulnerado tu memoria, ello no lo permito.

Abusaron de tu confianza, cuando te faltaban horas para morir, para ellos no tengo nada pues lo he pasado al terreno de la no existencia.

Alguien que no soy yo, será quien los juzgue.

Si estuvieras aquí no te sorprendería ese accionar.

Demostraste tener el virtuosismo de escanear al agresor.

En eso nadie te puede igualar.

Te extraño, nadie supo enseñarme a vivir sin vos.

Es difícil continuar en la hostilidad.

Cuando muere un hijo nada es igual.

Puedo afirmar una gran parte de mi realidad se fue a tu lado.

¿Cuándo podrás decirme donde está tu hábitat?

¿Debo creer en mitos y leyendas o dejarme llevar por la razón?

¿Hasta cuándo deberé permanece en suelo terrenal?

¿Por qué  tu negativa a prestar ayuda para partir?

Sola no puedo quitar las cadenas que me mantienen cautiva en la tierra.

Hacés falta.

Te amo de manera desmesurada.

No encontré a  nadie capaz de comprender mi soledad.

No es mi deseo tener la existencia de un ermitaño, solo deseo estar con vos.

Como siempre hijo querido, en estos contactos, reiteraré mi súplica, solicitándote  por favor, nunca olvides cuanto te quiere, mamá.

 

 

 

 

https://www.youtube.com/watch?v=gHjKtBZslz4

 


 

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