Buenos días
hijo querido.
Te saludo en
una mañana cristalina.
En el
Hemisferio Sur, ha comenzado el equinoccio de verano.
En un rato
comenzará un eclipse de Luna, opacando su brillo natural.
Será un
evento que no durará más de veinte minutos en esta zona del orbe.
Luna
solitaria como aquella que vimos, hace mucho tiempo en una de las provincias
meridionales de nuestro país.
En aquella
ocasión ocurrió en horas del crepúsculo, el cielo se había teñido de tonos
violetas. Otorgándole ese color a las aguas de un río transparente, lo mismo que a las rocas, arboledas situadas en
ambas márgenes del curso de agua.
Nunca antes
habíamos visto a Selene con ese atuendo
tan particular.
Luna
solitaria utilizada por los poetas como fuente de inspiración.
Los
enamorados bajo sus reflejos, declaran el amor que los unirá para siempre.
Esas
postales acarician el alma.
Muchas
personas dedicadas al arte, en cualquiera de sus manifestaciones, utilizan la
luna en aquellas.
Tiempo de
sueños llamando a los recuerdos compartidos.
Pese a la
brevedad de tu paso por suelo terrenal, los eventos ocurridos en el Universo
capturaban nuestra atención.
¿Estando tan
cercano a ella, has podido presenciar eclipses de luna o de sol?
Desearía me
hicieras conocer si en esos instantes maravillosos, cambia también el matiz de
las estrellas.
¿Existe
alguna desocupada, cercana a tu hábitat?
Evocar
aquellas circunstancias, aumenta la tristeza producida por tu ausencia
temprana.
Jamás tendré
la capacidad para asimilar ese golpe tan duro, asestado por los arbitrios del
destino.
Injusto en
nuestras historias.
Egoísta al
no llevarnos a los dos.
Pese a las
preguntas recurrentes, nunca se ocupó de
responder tan solo una.
Esos
silencios carecen de sentido, no solo para la razón, sino para los sentimientos
puros de una mamá, hacia su hijo.
Amor
indestructible, compañero de todos mis días hasta que llegue el final.
Entonces
retomaremos las miradas con las que podíamos establecer una conversación, sin
necesidad de utilizar el don de la palabra.
Añoro tu
voz, llamándome mamá.
Tu risa
clara.
La
complicidad de los secretos existentes en ese mundo tan especial.
Allí comencé
a notar, eras un ser de luz, único e
irrepetible.
Pese a no
tener la posibilidad de verte corporizado, en cada detalle de mi existencia,
estás presente.
Espero con
ansias, arribe mi momento sin demasiadas dilaciones.
Hace mucho
tiempo deseo estar a tu lado para no separarnos nunca más.
Ayer en el
consultorio odontológico al buscar el dinero, cató tu documento que a todos los
sitios me acompaña.
La
profesional preguntó si no poseía el
documento tarjeta, respondí que sí, solo se trataba del tuyo.
Con una
sonrisa expresó:
“Está bien que lo lleves siempre con vos, tu hijo te protege”.
Es verdad,
no podría ir a ninguna parte si no te llevo conmigo.
Para hoy
elegí una poesía de un consagrado autor,
dedicada a la Luna.
Quiero
compartirla con vos, por ello la dejo aquí.
“Luz de
luna,
Autor:
Víctor Hugo
La luna
estaba clara y jugaba con el agua.
Finalmente
libre y abre la ventana a la brisa,
y el sultán
observa: el mar rompiendo
allá y las
rocas negras bordadas de plata.
La guitarra
vibrante se desliza de su mano,
escucha el
eco sordo de un ruido sordo:
tal vez un
barco turco, con sus remos tártaros
de las
playas de Kos, a las costas griegas?
O son los
cormoranes con sus lentas inmersiones
y con las
alas rebordeadas por el agua recién movidas?
O un gin ahí
arriba sopla la voz apagada
¿Y las
piedras de la torre caen al mar?
¿Quién,
cerca de la casa de fieras, se atreve a perturbar el agua?
Ni el
cormorán negro con la ola acariciada;
ni las
piedras de los muros, ni el sonido rítmico
de un barco
que camina penosamente sobre el agua con remos.
Son sacos
pesados de los que sale un lamento.
Se vería
mirando el agua que los impulsa.
como una
forma humana intentando un movimiento ...
La luna
estaba clara y jugaba con el agua.”
Hijo de mi
vida:
¿Cuándo aparecerás en mis sueños?
Es necesario
para morigerar el dolor, darte uno de los tantos besos aletargados que guardo
para vos.
La necesidad
de poder estrecharte en un abrazo, aumenta cada instante de mi existencia.
Anhelo
acariciarte como antes.
¿Por qué
motivo he sido privada de esos placeres, que tanto recomponen el corazón?
Deseo
expresarte la intensidad del amor maternal.
Nada es
suficiente cuando ocurre la peor tragedia.
Merezco
conocer cuál fue mi error.
¿Qué hice
mal?
¿Qué me
faltó hacer?
Estas disquisiciones culminarán en el instante que se produzca el ansiado
reencuentro.
¿Ocurrirá
alguna vez?
Todos saben
estoy incómoda en suelo terrenal.
¿Hasta
cuándo el martirio?
Te amo y
extraño con igual intensidad.
No existen
paliativos para esta soledad.
Duele la
ausencia.
Duele el
dolor.
Como es
costumbre en estos contactos que nos unirán eternamente, he de reiterar mi
pedido.
Por favor
hijo querido, nunca olvides cuanto te quiere,
Mamá.
https://www.youtube.com/watch?v=TVDREzBijRI
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