Tuesday, September 03, 2019

DESDE EL ABISMO



Las ausencias nos sumergen en abismos de los que resulta dificultoso salir.
La mirada se acostumbra a la oscuridad.
Trasciende el silencio en cada rincón de ese espacio desconocido para la mayoría de los mortales.
Suelo conversar con las personas que encuentro en mi camino.
Todas me preguntan ¿Qué se siente al perder un hijo?
Apenada respondo que es algo que no posee definición racional.
De todos los duelos un terrenal puede salir, menos del de un hijo..
Queda el recuerdo.
Incluso a veces se puede esbozar una sonrisa por los momentos que pasamos junto a esos seres que nos antecedieron en el camino.
Cuando se trata de un hijo, el dolor carece de explicación.
Es diferente a las otras ausencias impuestas por el destino.
Nunca más aparecerá la mueca de una sonrisa.
Es tan enorme el dolor que no es posible cuantificarlo, menos describirlo.
De hacerlo pocos nos entendería.
Solo aquellas madres que hayan pasado por la misma instancia.
Igualmente todos los sucesos no se pueden comparar entre sí.
Desde donde está, mi hijo sufre su observa estoy angustiada.
Lo peor que podía hacer, era derramar lágrimas.
La conmoción es total.
¿Cómo hacer para evitar las lágrimas?
Imposible.
Ellas son la antesala de los sollozos espasmódicos que culminan en llanto desgarrador.
No me enseñaron a tener un hijo muerto.
Un ser especial con propia luminiscencia.
Padece cuando estoy en el fondo tenebroso de un pozo.
Hueco que tiene principio pero no final.
La energía que a diario recibo del ser que más amo en el mundo, ayudó para que pudiera emerger desde las tinieblas.
Tenía miedo.
El ser humano es un animalito de costumbre.
Estaba habituada a permanecer en ese sitio lóbrego.
La curiosidad pudo más.
Conocía la vida es un continuo aprendizaje.
Como un árbol enraizado en tierra y arena, una de mis manos se convirtió en la copa de aquel.
Para despejar mis temores, el mundo se posó en ella.
Me sentí poderosa al sostenerlo.
En un instante tan efímero como un relámpago, tuve que tomar una decisión.
El mundo estaría en mi mano, después saldría yo.
Con la mano que me quedaba libre, alisaba mi ropa.
Intentaba peinarme para que mi amoroso descendiente me viera mejor que nunca.
El planeta giraba lentamente sobre la palma de la mano.
No debía perder la oportunidad de emerger totalmente.
El sol logró encandilarme después de tanto tiempo en el enclave más oscuro que conocí.
Mis ojos se posaron en esa réplica del planeta.
Desesperada te busqué en los espacios acuosos.
En otros hemisferios hace calor.
La desilusión se apoderó de los pensamientos.
Nunca dejaría la búsqueda emprendida.
Tu luz sería una guía perfecta.
Es diferente a cualquier otra.
Tampoco pude visualizarte.
Alejaría la frustración.
No hay imposibles para una mamá que ama intensamente a su hijo.
Densos nubarrones comenzaron a ocultar el sol.
No sé rezar, no creo aprender en alguna ocasión.
Ignoro a quien me dirigí.
Solo conversé.
Pedí con el amor que nos une verte un segundo.
Una voz, me indicó buscara en el globo terráqueo, los espacios ocupados por montañas.
En lo más alto de la cordillera andina, tu eterna luminosidad logró mi corazón cabalgara como un potro desbocado en el interior de mi pecho.
Es cierto.
Estabas lejos.
Ello no impidió pudiera verte.
Te hice señales para que pudieras verme fuera del abismo.
Tu vestimenta llamó mi atención.
Nunca usaste colores tan claros.
Tus pasos seguros se transformaron en vuelo vertiginoso.
Te acercabas al sitio donde estaba esperándote.
Ahogue la emoción en mi garganta.
Cada vez estabas más cerca.
¿Podría concretar mi mayor utopía y darte ese beso que tantas veces se negó, muriendo en mis labios?
Las nubes comenzaron a disiparse.
El cielo diáfano sería testigo del tan anhelado encuentro.
Quise correr hacia vos.
Tu mirada me pidió esperara.
¡Que hermoso te ves!
Recuperaste tu fisonomía habitual.
Un regalo inesperado.
Decido me guiarás, con la intención de estrecharte en un tibio abrazo.
Estabas a pocos pasos.
Intempestivamente las nubes cubrieron el cielo añil.
La saeta de un relámpago violeta antecedido al grito desgarrador de un trueno.
Luego de ese segundo de encandilamiento y la desaparición del alarido atronador, escuché tu voz, diciéndome “Te quiero mami, regresaré a tus sueños”
Mil dagas filosas atravesaron mi alma.
Intentaban profundizar las heridas no cicatrizadas.
¿Por qué al dolor se agregó más dolor?
La esfera desapareció de mi mano.
Nuevamente vacía.
Ello sucede cuando deseo acariciarte.
Así estés en mi sueño, al llegar a tu cuerpo dormido, la caricia no puede concretarse.
¿A que se debe tanto castigo?
¿Por qué no tienen la capacidad para señalarme el error cometido?
¿Por qué tanta cobardía?
¿No saben que esta mamá cotidianamente recibe la fuerza del hijo que trajo a la vida?
¿Por qué ese avieso intento de derrotarme?
No lo lograrán mientras tenga un halito de vida.
Tesoro de mi vida, nunca comprenderé por qué cada intento de reunirme con vos, se trunca en enigmas difíciles de resolver.
Por favor, nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.

https://www.youtube.com/watch?v=qjD3_LHupc0

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