Thursday, January 30, 2020

ENTRE UTOPÍAS Y DERROTEROS



Buenos días utopía de mi existencia,
Postrer derrotero.
¿Por qué ha pasado otra noche sin que aparezcas en mis sueños?
Las letras permiten navegue entre océanos de palabras para llegar prontamente al destino definitivo.
¿Qué nombre recibe?
Todos y ninguno en especial.
Depende aquel de los motivos que causen el deseo de partir.
En ese navegar diario tengo en claro cual es mi destino.
Como el viejo marino, timoneando su embarcación, desde el centro del tiempo que ignoro cual es, observo la brújula para no equivocar el rumbo que deseo seguir para encontrarte sin más dilaciones que solo sirven para dañar los jirones del alma compartida con vos.
Nada es suficiente cuando inexorablemente los días transcurren los días sin cambios visibles que nos hagan nacer pinceladas de esperanzas, muertas con tu partida.
¿Para qué algunos entes mienten descaradamente prometiendo otros mundos donde los reencuentros son posibles?
¿Por qué causa nunca han presentado pruebas de esa remota probabilidad?
Sin llegar a mutar a ermitaña, cada día encuentro más semejanzas entre esta vida que azarosamente me ha sido concedida y la del marino que está cansado de navegar por todos los océanos del mundo.
Siempre observando ese elemento que señala los puntos cardinales.
Pese a las nuevas tecnologías instaladas en su barco, conserva la brújula heredada de sus antepasados.
Recorredores del mundo como se autocalifica.
Conoce la historia de sus vecinos, es un adulto mayor que está en edad de quedarse en su casa.
¿Por qué no lo hace?
Abriga el deseo que la muerte lo sorprendieraa en el mar y el resto de la tripulación como se acostumbra en altamar, lo envuelva en una sábana y lo arroje al fondo de aquel.
Accedí a visitar dos o tres puertos en su navío.
Sabía que contaría con todos los elementos necesarios para establecer estos contactos maravillosos que nos acercan a diario un poco más.
Tanto que puedo sentir estás adherido a mi piel y cada célula de mi ser.
¿Cómo se puede querer tanto a un hijo se preguntarán?
Carezco de la respuesta certera.
Imposible no amar a un ser que anteponía el interés y el confort de sus semejantes al propio.
Filántropo.
Esa es la palabra para definirlo.
Embarcamos en el puerto de Buenos Aires.
Lorenzo, ese el nombre del dueño de la nave sabía con anticipación que no lo acompañaría durante toda la travesía, pues necesito estar en mi refugio, cerca de tus cosas.
Las que preservé para siempre.
Lamento no me hayan devuelto como hubiera correspondido, la ropa de calle que usaste por última vez.
No voy a recordarle a quien la retiene que no es de su propiedad.
Ese atuendo debe conservar aún la fragancia de tu perfume.
Son artículos personales solo deberían estar en mi poder.
Siempre espero que los demás tengan las mismas reacciones que yo.
No ocurre.
No es un delito.
Cuando se desea algo para recordar se pide.
Así de simple.
Salimos del puerto de Buenos Aires.
Es una embarcación de porte importante.
Posee todas las comodidades que se puedan imaginar.
Compartiendo una cena, percibí tenía deseos de conversar.
Antes había escuchado nuestra historia.
En un momento preguntó con respeto: ¿A su hijo le hubiera gustado las cenizas fueran arrojadas a un curso de agua?
Respondí con la verdad más absoluta.
Siempre conversamos del después del después.
Nunca me pediste hiciera algo en especial con tus cenizas.
No fue una decisión fácil.
Tampoco tomada de manera unilateral sino respetando cada letra de nuestras charlas.
Al llegar a las costas uruguayas te recordé más que nunca.
El panorama es diferente desde la costa, a verlo mientras se navega.
La tripulación descendió para comprar provisiones.
Cuando intenté colaborar con los gastos la negativa fue total.
Preguntó si deseaba descender.
No.
Maldonado me trae recuerdos relativamente recientes.
Prefiero recordar sin lágrimas.
Un imposible que a medias intenté cumplir.
La República Oriental del Uruguay es un país pequeño y sumamente ordenado.
Allí las leyes están para ser cumplidas y no violentadas.
Seguiríamos hasta el norte de Brasil.
Las vistas camban.
El clima es parecido al del Mar Caribe.
Playas de arena blanca.
Palmeras inclinando como si estuvieran, reverenciado la salida de la estrella mayor del universo cada día del año.
Para los habitantes significan ingresos por turismo, es importante.
Durante las comidas Lorenzo me contaba de su vida.
No formó una familia pues no podía someterla a verlos cada tanto o cuando arribara a tierra firma.
Tiene una hija del amor que en ocasiones suele acompañarlo.
No desea hablar mucho del tema ni es mi caso hurgar en su privacidad.
Pasamos por muchos puertos.
Como le decía al capitán del navío, los conocimos con mi hijo desde otro lugar.
E mima de las charlas le pregunté por qué teniendo acceso a la tecnología, conservaba la brújula.
Con una triste sonrisa respondió, era su talismán.
Había pertenecido a su abuelo materno y su madre la puso en sus manos antes de morir.
Ella me amaba con la misma intensidad que usted quiere a su hijo.
¿Todas las madres aman igual?
Respondí con firmeza, no.
Hay mujeres que castigan y someten a sus descendientes.
Otras directamente los abandonan sin escrúpulos en cualquier lugar.
Nunca entenderé para que continúan, trayendo vida a la vida.
Un niño no es un objeto que se pueda dejar de utilizar.
Es preferible darlos en adopción.
La vida es injusta.
Permite que cualquier mujer traiga niños para abandonarlos en los lugares más insólitos y a otras les priva del derecho natural de ser madres.
El próximo puerto que tocaremos será Lima.
Allí descenderé.
El viaje que tiene proyectado Lorenzo es de una duración demasiado extensa para quien escribe.
Necesito estar en mi refugio.
Sería necia si no reconociera he sido tratada con excesiva consideración.
Regresaré en avión.
Lorenzo seguirá recorriendo los mares del mundo.
La casa donde reside está a pocas cuadras de aquí.
En un comercio encuentro a los cuidadores de la propiedad.
Han recibido noticias sobre el regreso en menos de una semana.
La hija de la que voy a preservar su nombre, me llama por teléfono días después para invitarme a una cena para recibir a su progenitor.
Prometo asistir.
Es una familia que tiene valores acendrados muy parecidos a los que me inculcaron a mí.
La llamada no se produce.
Un anochecer de estío, con el cielo poblado de estrellas y la luna redonda colgando del mismo, llaman por el portero eléctrico.
Es llamativo el horario.
Laura no sale con el pequeño Indra sin avisar previamente.
Al franquear la entrada la hija de Lorenzo me comunica que su padre ha muerto ahogado.
Intentando contenerla, expreso que tal vez se trate de una equivocación.
Su padre era un excelente nadador.
Entre lágrimas cuenta que su papá tenía por costumbre estar en las noches fuera del camarote, sosteniendo la brújula que le había regalado su mamá.
Sin querer, se deslizo de sus manos
La tripulación iluminó el mar con los reflectores de emergencia.
Lorenzo nadó, intentando recuperar el objeto tan preciado.
Imposible ante la inmensidad.
Desapareció de la superficie.
Comenzó una búsqueda desesperada.
Los buzos tácticos después de varios días lo encontraron en el fondo del mar.
En el puño cerrado de la mano derecha tenía la brújula.
No pudo ascender a la superficie.
Ello me deja una enseñanza dolorosa.
La muerte nunca puede separar a un hijo de su mamá.
Entes que me mantienen cautiva, en donde no deseo estar.
Exijo ser liberada para partir hacia el destino que quiera.
No necesito elijan por mí.
Te amo tesoro, por ello siempre te pido nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.

https://www.youtube.com/watch?v=_BvHmFMpd4o

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