Buenos días hijo querido.
Te saludo en una mañana fría, como corresponde a esta época
del año.
Quiero compartirte un sueño, espacio donde todo es posible,
hallándome en un lugar desconocido, encontré una cabaña de madera.
En el momento de arribar a ese sitio, comenzaba a llover.
Paisaje conmovedor, rodeado de montañas nevadas.
Desde una ventana podían verse crepitar los leños en el
hogar.
Sobre una silla un violín esperando su dueño comenzara a desliza sus dedos por las cuerdas para
transportarme con los acordes a lugares soñados.
En el centro de una mesa observé una campana de cristal
tallada.
El atractivo era un rosa de color rojo con sus pétalos
abiertos, mostrando belleza y todo su esplendor.
En un instante la lluvia partió para darle paso a la salida
del sol.
Desde el interior de la copa, la rosa parecía sonreír.
Los leños del hogar se apagaron por la escalada de la
temperatura, allí comencé a caminar por un barrio silencioso.
Pude observar monumentos sin voz, erigidos en el lugar.
En ese segundo comenzaron a llorar las cuerdas del violín.
Seguramente su dueño estaba ejecutando su canción favorita,
dado que se escuchó más de una vez la
misma canción.
Me hubiera gustado estar con vos para compartir la belleza
de la naturaleza.
Ocasión propicia para poder darte un beso, uno de los tantos
que tengo guardados para vos.
El estado onírico llegó más lejos.
Al no mirar el camino no advertí un desnivel.
Con tu ayuda pude salir de esa situación y aprovechamos para
abrazarnos como antes.
En ese entonces los mimos, tus caricias surgían voluntariamente,
demostrando el amor maternal que se brinda a los hijos.
En un segundo, tu figura se desvaneció, provocando
despertara en estado de conmoción. Fue todo tan vívido, que parecía parte de la
realdad.
Desde tu ausencia queda vacío el hueco de mis brazos,
intentando abrazarte.
Mis manos no pueden acariciarte tal cual añoro.
Es muy difícil continuar por la vida careciendo de tu
compañía.
Hacés falta aquí, hijo querido.
Quizás restableciendo nuestras conversaciones, llegue a
entender, el motivo de esta tragedia que te arrancó de mi lado dejándome sumida
en el peor dolor.
No es posible continuar sin vos.
¿En la estrella donde se halla tu hábitat, has podido mirar
una campana de cristal?
Para conocer tu respuesta, deberías aparecer en mis sueños.
Hace demasiado tiempo que no puedo ver tu mirada, sumergirme
en ella como antes y así encontrar toda tu luz.
Para hoy encontré las letras de una joven poetisa que deseo
compartir con vos.
“CAMPANA DE CRISTAL
Autor: Carmen Martín Gaite
A veces yo querría haber seguido
en aquella campana de cristal,
todo limpio y pulido,
tamizada la luz, clara e igual.
Pero estas inherentes cicatrices
grabadas día a día en la memoria
en muebles y pasillos,
en lo que digo y dices,
han escrito una densa y sofocante historia
ceniza que se cuela entre visillos.
Sol frío, luz de nieve, resplandor;
por la Plaza Mayor
cruzo con mi cartera de estudiante;
mi madre dice desde el mirador
de la casa varada, apaciguante:
Quédate aquí, no crezcas, que es peor.
A veces yo querría haber seguido
en aquella campana de cristal,
todo limpio y pulido,
tamizada la luz, clara e igual.”
Tesoro de mi vida, los mejores sentimientos, aparecen cuando
establecemos estos contactos que nos unen más que nunca.
Nadie nos podrá separar pese a la distancia impuesta
por los arbitrios del destino.
Estamos unidos a
través de las almas y el pensamiento idéntico.
Sos la mitad de mi ser.
El amigo más fiel que la vida me regaló.
No existe otro ser humano parecido a vos, único e irrepetible.
¿Algún día nos reencontraremos, en la eternidad?
Hastía la espera para
la que no estoy entrenada.
Debimos partir juntos.
Duele imaginar tu soledad en el momento de ascender por los
escalones que dicen llegan al universo.
¿Es así?
¿Por qué he dejado de creer en algo que considero mitos o
parte de leyendas que ocurrieron en el pasado?
Necesito verte si más dilaciones, siempre evitando vulnerar
tu memoria sagrada.
No poseo disponibilidad para derrochar el tiempo destinado a
estar a tu lado para siempre.
No cesaré mi búsqueda.
Tampoco resignaré seguir intentando llegar a vos
rápidamente.
Te amo y extraño de una forma difícil de adjetivar.
Sueño con campanas
de cristal, tintineando en el momento de nuestro reencuentro de
existir esa posibilidad.
En ese instante volveré a ser feliz.
¿Podrás reconocerme?
Hijo de mi alma, como es costumbre en estas conexiones
reiteraré por enésima vez mi pedido, por favor tesoro nunca olvides cuanto te
quiere,
Mamá.
https://www.youtube.com/watch?v=fDV-exwFRBA
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