LLUVIA DE AMOR

Buenos días mi cielo.
Como es fácil de imaginar, te extraño.
Ayer mientras buscaba unos documentos que debo presentar, encontré tu pasaporte.
Sí,mi amor.
Di vuelta cada rincón de mi refugio buscándolo, durante muchos meses sin éxito.
Pocas veces el dolor pudo quebrarme con tanta facilidad.
Tenía la certeza que no había salido dentro de mi cartera, como tantas otras veces, que lo llevaba pidiéndote, me cuidaras.
El duelo tiene varias etapas.
El de un hijo finaliza en el momento que sobreviene la muerte.
La mía tarda demasiado en llegar.
No es una humorada, con esos temas no juego, es un deseo que como otros no se concreta.
Ayer fue un día de mucho llanto.
No lo podía detener.
Ni siquiera las dos veces en que tuve la necesidad de hablar por teléfono por temas que debía solucionar.
No es agradable para el interlocutor, oir las la voz quebrada de quien lo está llamando.
Es imposible detener la lluvia de amor.
El clima acompañó mi dolor.
La mañana espléndida con un cielo diáfano, no presagiaba, la tormenta.
¿Preludio del estío que se cree será inestable?
No lo sé.
Para cambiar el aire que pesa como si fueran toneladas de hierro aprisionándome, decidí salir a caminar.
¿Hacia donde?
Ningún destino en especial ni predeterminado.
Solo cambiar el hastío por agua caída del cielo.
Tomé uno de los paraguas que sobrevivieron a tu simpática distracción.
Pese a tener los tuyos, como corresponde, como eras un mago en el arte de dejarlos olvidados, te llevabas los míos.
En el momento de regresar, traías tu mochila y nada más.
Pronunciando las siete letras más hermosas del mundo que conforman tu nombre te preguntaba por el paraguas.
Con la sonrisa más bella que conocí, respondías alegremente, seguramente lo dejé en determinado lugar.
Tenía por costumbre usar protectores para la lluvia de mango largo de una reconocida marca francesa.
Al aparecer tus reiterados olvidos cambié por unos plegables de procedencia asiática.
No importa el continente a la hora de dejarlo, vaya a saber donde.
Hoy compraría todos los existentes a mi alcance con tal de verte un instante para darte ese beso postergado.
Las gotas de lluvia de amor se multiplican ante la ausencia irreversible.
No quiero tener contubernios con Tánatos.
Me parecen despreciables sus actitudes.
Cada paso revivía una vivencia compartida.
A medida que crecías demostrabas tu absoluta libertad e independencia.
Volviste a ser el niño que necesitaba a su mamá cuando se acercaba la hora de partir.
¡Es breve el tiempo cuando se lleva el amor, la empatía de hijo y madre!
De nada me sirve recordarte bien.
El padecimiento es mayor.
Truncaron tus proyectos y mi posibilidad de tenerte como cualquier madre tiene a su hijo.
Para mí que soy una jugadora con las letras, me cuesta encontrar el adjetivo exacto para definir nuestra corta relación
Puedo aseverar con certeza total que podíamos leernos el pensamiento.
Reíamos juntos al llegar a la misma conclusión.
¿Podés comprender por resulta tan adverso estar en suelo terreno?
Nada debo hacer aquí.
No soy ingrata con mi familia chiquita.
Es un tema más que hablado y prefieren mi decisión antes de ver el despojo en el que me he convertido.
Ellos estaban acostumbrados a verme no solo luchadora, contestataria no es la palabra sino defensora de mis derechos y el de los otros.
Respetuosa de las leyes impidiendo dentro de mis posibilidades que otros las vulneraran.
Convergiendos en un estadío donde todo esta permitido.
Nada se condena.
No debería ser así.
Por un lado el discurso de los poderosos dice una cosa, en las acciones se contradice viviendo como aquellos emperadores romanos que solo necesitaban bajar el pulgar para decidir quien debía morir o vivir.
¿Hemos avanzado?No.
Quienes detestamos el doble discurso, sabemos que el mismo atrasa centurias.
Evitaré mezclar los temas.
Nuestra comunicación debe ser impecable como siempre.
Lejos nuestros se alojarán algunas miserias terrenales.
¿Sabés que pude descubrir?
La malicia, se paga aquí.
Nada nos llevamos a otros mundos o al lugar donde nos reciban después de la muerte.
Nada es gratuito.
Pese a integrar el ejército de los díscolos que solo creen en aquello que pueden experimentar, puedo afirmar con certidumbre que los errores cometidos en suelo terreno se condenan aquí.
Las consecuencias, corresponden a esta vida.
¿Cómo se denominaría con exactitud mi vida?
¿Existen adjetivos para calificarla?
Perdí aquello que más amaba en la vida.
Lo demás es decorado de un escenario de un drama del que no se conoce el final.
Triste palabra es el fin cuando todo está por iniciar.
¿Quién está habilitado para señalar el derrotero?
Desde mi óptica afirmaría, nadie.
Ningún ente opulento, adorado por multitudes que no integro vaya a saber por qué, tiene la capacidad de ordenar quien debe morir o quien vivir.
El que vive, muere en pequeñas dosis.
Tortura innecesaria.
Solo ellos conocen las condenas injustas a las que somos sometidos.
La lluvia de amor arrecia con fuerza.
Debo regresar a mi refugio.
¿Sabés que transporto en el bolso que sostiene mi mano izquierda?
Los besos que no te he podido dar.
Las caricias que murieron en mis manos.
Los abrazos que no alcanzaron para que mis brazos se cerraran sobre tu cuerpo.
Las palabras que no he podido pronunciar.
La alegría que no regresará.
Las utopías que jamás se convertirán en realidad tangible
Las palabras que murieron en la ceniza de tus ojos.
Todo eso y mucho más.
Te amo más que a nadie en el mundo.
Teniendo como testigo esta lluvia de amor, como siempre te pido nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.



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