Tuesday, May 05, 2020

IMPLACABLE SOLEDAD



Buenos días hijo querido.
Conmueve la sabiduría de cada una de tus palabras.
No tengo ninguna duda que sos el que mejor interpreta mi sentir.
En estos tiempos de aislamiento que muchos dejaron de respetar, los recuerdos son una fuente continua de inspiración para establecer estos enlaces maravillosos que logran renazca una y otra vez.
Ocurre en cada instante de mi realidad.
Te pienso, te recuerdo y te amo cada vez con mayor intensidad.
Tu soledad me acongoja.
Imposible evitar pensar todos los castillos que a diario ibas construyendo para consagrarte entre los mejores seres humanos por tu propia luz.
Sin dudas todas las madres que atravesamos iguales circunstancias, nos abrazamos a ustedes como si el corazón siguiera latiendo en la cavidad de su pecho.
¿Será así?
Cabalga emocionado el tuyo ante cada instancia que te prepara el destino en un mundo desconocido?
¿Por qué no se puede revertir esa situación?
Solo Raquel pudo rescatar a su hijo. Avanzando en una carroza de cristal hasta el oeste, de la Constelación de Orión y traerlo vivo a la tierra de la que nunca debió partir.
A veces me pregunto, sin obtener respuestas como siempre :
¿Si solo una madre creyente en ciertos dogmas, puede regresar su hijo a la vida?
¿Las que tenemos dilemas sin resolver estamos privadas de esa capacidad?
¿No somos todas madres disfrutando a nuestros hijos?
¿A que se debe la diferencia?
Si me ubicara en el pensamiento lineal de los jóvenes, podría exclamar he sido discriminada.
No.
Está muy lejos de mi pensamiento esas aseveraciones, que aúna a todos como cardúmenes en el mar.
No es así.
Cada individuo es único e irrepetible.
Merece ser considerado como tal más allá de los decretos de una nación soberana.
En eso no tranzo.
Así fuera lapidada, no me importaría sostener mis argumentos ante quien fuera.
Nunca formé ni formaré parte de una manada que por distintas causas que no debo analizar, sigue a pie juntillas, todo lo que le dicen debe hacer.
Soy un ser libre.
Lejos estoy de cualquier manipulación pues puedo sacar mis propias conclusiones debido a que cultivo mi intelecto.
Esta conexión mágica no es una clase de sociología respeto a todos los que reconocen mi intelecto.
Lo he cultivado para que así sea.
No conozco la mezquindad.
Entre remembranzas y decisiones que alguna vez, hube de tomar en absoluta e implacable soledad, puedo rescatar la infinidad de viajes realizados juntos.
Nos impacto en idéntica dimensión la primera vez que visitamos un desierto.
Uno de los más grandes del mundo.
Atacama.
Ubicado en la República de Chile.
Solitario.
Solo pueden recorrerlo no en su totalidad algunos corredores de autos que están acostumbrados a manejar entre las infinitas arenas doradas.
Para nosotros no fue una experiencia más.
Al ingresar una tormenta de arena casi logra la excursión muriera al lado del último cactus de tres brazos que tenía en su cabeza un sombrero de pétalos rosados.
Su función
era darnos la bienvenida o el adiós.
Es un escenario sin vestigios de vida.
Aquella concluye, ante la inmensidad de la soledad.
En cada brazo los cactus que aparecen por doquier, tienen espinas que no se visualizan a simple vista.
Son transparentes.
Casi invisibles.
Me parece escuchar tu risa estentórea cuando te conté que siendo chica, encontré en la casa de tu abuela materna un cactus de hojas parecidas a las paletas de tenis.
El primer instinto, fue tocarlas, pese a las advertencias de tu abuela.
El dolor es parecido a colocar la mano entre las brazas encendidas.
Culminaron de quitarme las espinas con una pinza de depilar.
¿Se trató de un capricho?
Debo reconocer, así fue.
Fui advertida de las molestias.
Cabezona como me dice una integrante de nuestra familia chiquita, desobedecí.
En la actualidad tan triste que el destino eligió para mi sigo reconociendo consejos o ciertos tips que me recomiendan.
A eso se debe el papelón que pasé cuando caí de rodillas en la vereda de la farmacia, hace un par de días.
Menos más que el barbijo y el flequillo ocupan casi todo mi rostro.
La vergüenza no la pude evitar.
Hoy mientras me dirigía a pagar unos servicios, el viento hacía estragos en mi cara.
Parecido al Eolo de la puna de Atacama donde los granos de arena se incrustan en la piel.
Mientras esperaba, trazaba paralelismos.
La soledad es absolutamente parecida en cualquier lugar del planeta.
Duele más cuando las espinas de cactus imaginarios se clavan sin pedir permiso en el corazón.
Algunos pensadores dicen que todo ocurre por el aislamiento al que no estamos acostumbrados.
Otros sin argumentos no encuentran explicación o las mismas están vacías de contenido.
No busco ciencia para el dolor.
No existe.
Las palabras pueden resultar deslumbrantes para aquel que nada ha perdido en la vida.
¿Que más puedo perder yo?
Traje a mi hijo al mundo para que viviera?
Nunca para presenciar su muerte.
¿Pueden comprender mis sentimientos?
Es difícil colocarse en el lugar del otro, más cuando se trata de la peor de las ausencias.
En mi corazón se ha formado una película rugosa.
Son las cicatrices que dejaron las espinas del dolor.
¿Qué espero para mí?
Irme a otros espacios.
Quiero besar a mi hijo como lo haría cualquier mamá.
Creo mi cuota de sufrimiento ha sido saldada con creces,
¿Qué sentido tiene ser retenida donde una no quiere estar?
Tengo la certidumbre que podría ser más
Útil cerca de mi hijo.
En suelo árido nada puede crecer.
No me gustan los desiertos.
Tampoco las estampas de la soledad.
Nunca he sido una ermitaña.
Solo tuve la oportunidad de elegir, descartando aquello que pudiera dañarme.
Deseo estar al lado de mi descendiente por lo que me resta de existencia.
Mi tesoro, no encuentro palabras para expresar mi amor incondicional.
Sé cuento con tu cariño.
Solo me falta cumplir con la utopía de darte un beso.
Como siempre te pido nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.


https://www.youtube.com/watch?v=7Z5k0J8XN5Q

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