Friday, March 06, 2020

ASTILLAS EN EL ALMA



Buenos días mi tesoro.
Los días pasan.
No la resignación o consuelo llegarán a esta realidad que maldigo.
Jamás me ha gustado la oscuridad.
Cuando era chica le tenía miedo.
Es probable que se debiera a las lecturas de obras de terror cuando no tenía la edad para comprender era una ficción.
Cuando somos chicos creemos en fantasmas.
Hoy puedo decir que siendo adultos ese temor no ha desaparecido.
Cuando llego a mi refugio, enciendo todas las luces.
Incluidas las de espacios que no usaré.
Una a una después de unos minutos las voy apagando.
Te busco en cada rincón de la casa.
Observo si sobre la mesa hay alguna esquela tuya.
Las astillas se incrustan un poco más en los jirones de mi alma.
¿Duele?
Sí.
Cada jirón con forma de cinta se va rasgando hasta producir otra ruptura.
Ignoro si sangra.
A esta altura de las circunstancias ya no importa demasiado.
El dolor más profundo es el que produjo tu ausencia tan injusta.
Tenías todo para seguir completando tus proyectos.
Todos importantes.
Iluminados con la luz que siempre has irradiado.
Una vida entera para recorrer todos los senderos, algunos juntos otros en soledad.
No he sido tan necia como para pretender, siempre fueras el compañero de mis viajes.
Llegaría el momento de desplegar las alas para volar de manera independiente.
Tu madurez demasiado temprana venía acompañada de confianza absoluta.
No necesitaba recomendarte nada.
Todo lo conocías o percibías.
Siempre delante de cualquier acontecimiento que podría producirte.
Incluyo en esas percepciones el más horroroso final que ambos sabíamos y callábamos para no profundizar las heridas.
Por pocas horas de locura, creí podrías restablecerte.
Sueños en penumbras de qien no desea conocer el acre sabor del desamparo.
En ese amor tortuoso del final que venía demasiado apurado no contaba las horas sino los latidos de tu corazón.
Cada vez más débiles.
Hasta tu voz, había sufrido cambiado.
Solo tu mamá te entendía.
¿Era la voz de un joven o la de un viejito?
Las horas anteriores al final fueron el preludio del horror.
Estabas pálido, no con el color común sino con el que tienen los muertos.
Nunca tuviste el rostro anguloso.
Los pómulos se destacaban en la palidez mortal como si quisieran romper la piel.
Ojeras tan oscuras eran el antipo de aquello que ocurriría después.
Querías que cenara.
¿Cómo hubiese podido hacerlo i estábamos esperando la muerte?
Busqué una excusa.
Te conté en que consistí la cena.
Conté platos inexistentes para que coincidieras conmigo.
Pablo, el enfermero colombiano que era el mejor de todos te colocó una mascarilla.
Tenías dificultad para respirar.
Al lograrlo levantaste los pulgares de tus manos.
Algunas palabras me siguen astillando el alma.
En plena agonía dijiste “Sería la persona más feliz de la tierra si te acostaras para estirar los huesitos”
Una vez más con la oscuridad temprana del invierno te mentí en la hora, respondiendo “Más tarde”
¿Cómo iba a dormir si tus piernas tenían rigideces?
El proceso había comenzado anticipadamente.
A las diez de la noche pediste que llamara a los médicos pues tenías un dolor agudo que no podías explicar.
Tendría que tomarla decisión más difícil de mi existencia dos horas después.
El viento no dejaba de silba cerca de la ventana del sexto piso.
Pediste apagara la luz.
Solo quedó encendida una indirecta.
Antes de medianoche vinieron a higienizarte.
Me pediste que saliera de la habitación.
Otra mentira te dije estaban fumigando.
Cambaron la ropa de cama.
Otro calmante,
La morfina no producía ningún efecto para adormilar los dolores intensos del final.
No podías flexionar las piernas.
El rigor mortis estaba haciendo su letal trabajo.
Te acariciaba para que las bajaras.
A medianoche cuando recién iniciaba el nuevo día, llamé a una de las médicas.
Sufrías la llegada de la muerte inminente.
Salimos al pasillo.
Me explicó habías recibido cuatro dosis de morfina.
Su te aplicaba otra, nunca más hablarías.
Le conté que el jefe médicos había prometido para vos una muerte tranquila.
Tomé la decisión jamás pensada.
El diagnóstico de la médica no fue, acertado,
A las dos de la madrugada hablabas claramente con alguien que no conocía.
El sueño profundo no impedía los intentos de movimientos de tus piernas.
Te toqué el abdomen.
Allí tomé conciencia que el rigor mortis como la peor de las pestes comienza su trabajo de abajo hacia arriba,
Cuando llegara a la altura de tu corazón, se detendría.
Deseaba llorar.
No podía.
Había prometido no hacerlo mientras respiraras.
A las cuatro u veinticinco de la madrugada, dirías donde vivías.
Te sostenía la mano como en los catorce días anteriores.
Al inquirir con quien vivías escuché las palabras más hermosas del mundo “Con mi mamá”
Callaste para siempre.
¿Qué dolor indescriptible ver a un hijo muriendo?
Desde entonces te espero para darte un beso.
Al día siguiente con tu prima y uno de tus hermanos del alma tuve que reconocer tu cuerpo en una bolsa de plástico negra.
Se que se llaman fundas mortuorias, ello no dejan que sean de plástico negro.
El último beso lo depositaría en tu cara helada.
¿Hijo de mi vida por qué estás muerto?
Nadie contesta.
Quiero aparezcas en mis sueños para abrazarte.
Necesito desaparecer de la faz de la tierra.
¿Cómo no voy a tener astillas en el alma si no estás a mi lado?
Te amo tesoro.
Nunca me cansaré de repetirte el mismo pedido, nunca olvides cuanto te quiere tu mamá.

https://www.youtube.com/watch?v=wB0bhtZ4NR8

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